miércoles, 17 de diciembre de 2025

SEÑOR, SÍ SEÑOR

 

Ibarrola


He escuchado con frecuencia anhelos de transformación enunciados con frases sustentadas en un condicional que habita a medio camino entre apuntalar el deseo y señalar una carencia categórica. Corolarios aspiracionales labrados bajo premisas hipotéticas e irreales del estilo “si la gente supiera la verdad, reaccionaría”. Cada vez -de forma general y no excluyendo la afectación a un grupo humano minoritario– lo creo menos. Lo que ocurre no difiere de lo que a lo largo de la historia sucedió, los hechos concretos aportan solo un matiz. Al menos, la esencia se conoce. El humano responde como un animal gregario, manso, dócil que -insisto, por lo general- manifiesta su fuerza cuando obedece al dueño del local. Porteros de discoteca con ínfulas.

Sumisos en escala ante líderes en escala: primero, ante el investido cabeza del grupillo, que a su vez obedece e impone obedecer al del grupo…  y así sucesivamente hasta responder al vasallaje del mandamás del grupo más fuerte. Así, hasta que, total o parcialmente, se desmorona la estructura. Circunstancia que no elimina la cadena de mando, la sustituye. “Échame pan y llámame perro”, reclamó alguien y el imperativo fraguó fortuna, alcanza nuestros días. Da igual si corres el riesgo de recibir una patada; el éxito consiste en saberla esquivar para, si es necesario, dársela después a otro que reclamó pan aceptando humillaciones. Como réplica, otro refrán recomienda no servir a quién sirvió. Lo entendemos como advertencia ante el riesgo de que el antaño subordinado haya perdido el encuadre. En realidad, el proverbio avisa de lo contrario, el ascendido ya miraba desde aquella perspectiva: fue manso para exigir mansedumbre. Con el añadido de que ahora se atribuye mérito por haber alcanzado posición, se convence de su merecimiento.

Sumisos a un modelo, también a escala. Hablamos de flexibilidad para recibir inversión, de rebajar cualquier exigencia. Al fin, doblegarnos, adquirir ductilidad para arquear el espinazo, para ejecutar con apariencia digna la genuflexión. Más pan, más perros. Hablamos de guerras, de presupuestos de defensa, como si la voluntad, el interés, la decisión, fuese nuestra. Adaptarnos evolutivamente consiste en eso: cambios etológicos, fisiológicos y morfológicos para gritar “señor, sí señor”.

Artóculo publicado en El Norte de Castilla el 16-12-2025

 

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