Desde el
momento que un espermatozoide (de los infinitos millones posibles) fecunda un
óvulo (tenía que ser precisamente ese) y se pone en marcha la maquinaria que
nos trae a la vida, no se puede negar el postulado que dice que lo más
importante que nos ocurre está íntimamente vinculado al azar. Pregunten sino a
César, el portero que mamó fútbol al ladito mismo del Pisuerga. Ficha por el R.
Madrid quien decide, para abaratar el coste, que permanezca un año más en el
Pucela y estirar las posibilidades de Illgner. Pero hete aquí que éste se
lesiona, Bizarri no cuaja y surge, inesperadamente, Casillas. Pasado el año
Cesar tiene que ver los partidos desde el banquillo pensando que de haber
llegado al Bernabeu cuando le ficharon él sería el inquilino de la portería del
Madrid y de la selección y Casillas luciría sus estiradas en los campos del
Toledo o del Fuenlabrada. El azar designa rutas pero César está demostrando
que, con conciencia, trabajo y perseverancia, se le puede doblegar aunque cueste
tiempo.¡Cuantos injustos designios del azar nos quedan por doblegar!
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