lunes, 8 de noviembre de 2010

DEFENSA DE LO PÚBLICO

Los que ya tenemos una edad nos acordamos de aquella serie que respondía al nombre de Fama. La Fama cuesta decía la entradilla de cada capítulo. Pues bien, los empresarios dueños de los centros privados debieron ver la serie y se les clavó el estribillo. Porque su preocupación está más en labrarse buena fama que en otra cosa. ¿Quién defiende, sin embargo, a la enseñanza pública? La enseñanza es un derecho arrancado, como todos, tras años de esfuerzos de quienes fueron antes que nosotros. Pero todo derecho se defiende o se pierde. No podemos permitir que la enseñanza pública vaya devaluándose en detrimento de la privada y/o la concertada. Para ello hemos de ponerla en valor, darle fama. Y la fama es la suma de dos elementos: calidad y exposición pública. Para darle más calidad es imprescindible el incremento de los medios pero también creerse el valor del trabajo de todas las gentes implicadas y llevarlo a cabo. La labor de todos redundará en el beneficio colectivo: hemos de exigirlo y exigírnoslo. Pero además hemos de exponerlo para que sea más reconocido. Sabemos que luchamos contra gigantes ya que vivimos en una sociedad aún acomplejada tras largos años en los que el estudio era un privilegio por quien lo recibía y por quien lo impartía. Pero ese privilegio ya no es tal y nos corresponde reforzar las enseñanzas cada uno desde donde esté. La enseñanza privada es un pulpo con mil tentáculos y con un dulce en cada uno para atraer. Sabemos sus artes de seducción en las primeras enseñanzas, son décadas de experiencia. Pero en las enseñanzas superiores no se quedan atrás. Son unas recién llegadas pero han aprendido rápido. Malo es para la enseñanza pública pero si además cuentan con el beneplácito de esta pasamos de tumor a metástasis. El que se les permita exhibir su  dotes seductoras en los institutos públicos de enseñanzas medias es dejar a las zorras cuidando las gallinas. Si apostamos por unas enseñanzas públicas de calidad lo hemos de hacer con todas las consecuencias. Reivindicar y trabajar por esa calidad que nos permita sacar pecho y hacer valer ese activo que una sociedad no debe perder: la capacidad de acceso al conocimiento de toda persona, cualquiera que sea su origen. Si horadamos el cimiento derribaremos el edificio ante el beneplácito de los que anhelan ese solar.

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