Si en la luneta trasera del coche que circula por delante de nosotros vemos una placa que lleva impresa una L blanca sobre fondo verde, sabremos que el conductor de ese vehículo es novato. Esa 'ele' mayúscula impone una precaución de doble sentido, por un lado advierte ante la imprevisibilidad de quien tiene aún poca maña y por otro obliga a preservar la tranquilidad del conductor novel y a tener muy en cuenta sus limitaciones, propias de la falta de experiencia y de su previsible juventud. Una vez haya pasado un año se retirará la placa dado que el aprendiz ha debido adquirir la pericia suficiente para enfrentarse a la conducción sin ser señalado. Paradójicamente, ese segundo año es el más peligroso. Con el carnet recién estrenado el cerebro ejerce de freno, uno conduce con los cinco sentidos puestos encima del volante extremando las medidas de seguridad.
Ese freno psíquico deja de actuar en el momento en que se retira la 'ele'. La confianza aumenta en la misma proporción en que disminuye la atención a los detalles y en cualquier cruce de caminos puede llegar la traición de la carretera hacia quienes no respetan sus normas, hacia quienes se creen los reyes del mambo y, por tanto, no pondrán interés en aprender más.
El Real Valladolid acudió silbando a Tenerife, la música a todo volumen, la ventanilla abierta de par en par y un brazo fuera. Pero los rivales desahuciados tienen el mismo peligro que las carreteras rectas, uno cree que enfrentarse a ellos es coser y cantar, sin embargo, se empeñan en imponer respeto. Los pucelanos se llevaron algún susto en los primeros tramos, pero solo fue un problema de chapa y pintura que rápidamente fue reparado en Talleres Guerra. Tan poco tiempo pasó desde el golpe a la nueva puesta en marcha que no hubo tiempo para que aprendieran la lección. Las condiciones de conducción eran óptimas, iban por delante en el marcador, se enfrentaban a un rival que tenía un jugador menos y que estaba anímicamente hundido -en un año va a pasar de primera a segunda B-, el Pucela soltó el volante y daba palmas al ritmo de la música de promoción. Craso error, claro, porque en esta Segunda División cualquiera te vuelve la cara.
Fue solo un instante, tiempo suficiente para que el vehículo se saliera de la carretera y el conductor perdiera el sentido a consecuencia del golpe. Debido a los sistemas de seguridad, los puntos acumulados en las últimas semanas, salvó la vida y aún mantiene la esperanza de llegar a su destino.
Cuando la policía quiso hacer el informe pericial, el conductor, preguntado por los hechos, dijo no recordar qué había ocurrido, afirmó que tenía todo bajo control. Preocupado por las consecuencias posteriores quiso añadir que no había bebido. Culpó de todo a un rayo de luz que le deslumbró y le hizo perder de vista la carretera. No pudo decir más. Solo que cuando recobró el sentido escuchaba un guirigay de ruidos entre los que destacaba el estruendo de las ambulancias: Ni no Ni no.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 15-5-2011
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