No se puede entender nada de Croacia sin reparar en su corta historia como país. La reciente independencia vino propiciada y a la vez exacerbó el carácter nacionalista de buena parte de su población, un nacionalcatolicismo, nos dice Javier: “Solo se es croata si se es católico”. A veces ese sentimiento choca con la realidad de la calle, veamos el caso del idioma. El idioma original es el serbocroata, tras la independencia comenzaron a utilizar palabras diferentes, para diferenciarse. Poco después, sobre todo la gente mayor, volvieron a usar la palabra "antigua".
Croacia,
en todo caso, tampoco es un estado homogéneo, los del norte miran más al norte
y se sienten más próximos a Alemania, vestigios de un pasado austrohúngaro, que
al resto de los pueblos balcánicos. Ellos mismos dicen con sorna que quieren
ser alemanes, pero tienen un problema... no lo son. Los dálmatas, al sur, son
latinos mediterráneos. Por allí entraron en Croacia María Pérez, Mercedes
Rodríguez, Enrique Pérez y Ana Rebollo. Querían conocer el país y dedicaron
buena parte de sus vacaciones a recorrerlo. Poco aficionados al turismo de
playa prefieren conocer a fondo los sitios que visitan y eligen regiones con
historia, ciudades con encanto y paisajes espectaculares, Croacia es el resumen
de todo ello. Desembarcaron en Dubrovnik, la vieja Ragusa, y se encontraron una
joya completamente amurallada que se ha tenido que reinventar a lo largo de la
historia. Sus iglesias, hermosas por fuera, están completamente vacías, casi
sin imágenes por los sucesivos saqueos que ha sufrido la ciudad. Mientras
desgranan su viaje recuerdan su sensación de cercanía por múltiples aspectos,
desde la gastronomía, la dieta mediterránea es la base de la alimentación,
pasando por ese estilo de vida en unas calles bulliciosas y la afabilidad de
las gentes, hasta el idioma ya que es muy sencillo encontrar personas que hablan
correctamente el castellano: “Un castellano que muchos de ellos han aprendido
viendo telenovelas sudamericanas” nos dice Mercedes.
Escuchándoles
hablar es evidente que del viaje no salieron defraudados, hablan con entusiasmo
de los paisajes, de la cantidad de agua que mana por doquier, de las llanuras
que permiten una buena red de comunicaciones, de sus suaves montañas, de sus
playas pedregosas...un país, que lejos de prejuicios, es muy parecido en cuanto
al nuestro en cuanto a nivel de vida, con ciudades modernas pero llenas de
historia.
Pero
si hay algo que sorprende de los croatas, en realidad de todos los países que
conformaban aquel orbe llamado Yugoslavia, es, además de la facilidad para
aprender idiomas, el gran número de deportistas de élite, en las más variadas
disciplinas, que han adquirido prestigio universal. No es casualidad. Podemos
pensar que tiene que ver con la existencia de un gran número de instalaciones
de élite y no sería cierto. Podríamos creer que es debido a las necesidades económicas
que habrían convertido al deporte en una puerta de salida, nos equivocaríamos.
Es simplemente cultura. Javier nos cuenta que el fútbol prevalece, pero el
resto de deportes están muy cerca. La gente conoce y practica más de un deporte
con normalidad. Esa cultura es parte de la herencia de Tito, el 'padre' de la
patria yugoslava. El deporte era importante por el impulso nacionalista que
supone como hecho representativo del país.
Ya
sea por nacionalismo yugoslavo o croata, el deporte sigue siendo bandera de un
país inserto en un territorio que, como ya dijo Winston Churchill (y eso que no
llegó a vivir los últimos episodios) tiene más historia de la que pueden
digerir.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 18-06-2012
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