No hay nada más difícil que ser como uno es. Bueno, sí, ser como uno quiere
ser. Porque para ser como uno es hay que saltar los mil obstáculos que cada día
esperan al salir de casa, e incluso dentro de ella. Mil obstáculos distintos
unos de otros, colocados unos por los que te quieren mal, otros por los que no
ven en ti más que a un enemigo y alguno, los menos pero quizá los más altos,
por los que más te quieren debido a su
afán por tratar de reconducir lo que nadie les pidió que condujesen o,
simplemente, porque el camino elegido no es fácil de digerir, de
compatibilizar. Pero para ser como uno quiere ser, necesita, además, conocerse
y cuestionarse; analizarse y aprender, reflexionar y estar dispuesto a conocer
los propios límites, asumir los errores
y, sobre todo, se precisa una potente dosis de valor para enfrentarse a uno
mismo, para no creerse el centro del mundo imponiendo sus deseos, sus
apetencias, como patrones por los que se tienen que mover los demás.
La intención, imprescindible para ese empeño, no es suficiente porque
cuando llegan los momentos duros dudamos hasta de lo que somos, de lo que
queremos, y nos quedamos a expensas del viento. En esos tiempos dejamos de ser
y pretendemos demostrar; en vez de vivir
con naturalidad, estamos pendientes de las opiniones externas, de lo que
piensen o digan los demás. Javi Guerra ha sido el bastión bajo el que se ha
guarecido el Real Valladolid durante los dos últimos años, pero algo se torció
al comenzar este. Sobrepasada la treintena y con una carrera futbolística más
que digna, no ha conseguido marcar ni un solo gol en la Primera División. No lo
hizo mal en los primeros partidos pero el gol no llegó. Manucho ocupó su puesto
en el equipo titular y, para sorpresa de casi todos, tuvo un rendimiento de
notable alto. Guerra dejó de ser pilar, perdió la titularidad y ahora se ahoga
en la duda. Si lo que soy no vale tendré que demostrar algo más, pero ese algo
más no está en el catálogo de sus virtudes. La presión se le agolpa en el
costado y, hasta el balón, desobedece sus instrucciones. Cuanto más se obceca,
Javi es menos Guerra. Cuanto menos atención preste a lo anecdótico, ese primer
gol, antes llegará y vendrá con hermanos.
Lo agradeceremos todos, porque el Pucela se empieza a parecer a aquel
chaval que disfrutaba del sexo casi todos los días, casi los lunes, casi los
martes...Los partidos de fuera casi se empatan y los de casa casi se ganan. Y
así, entre casi y casi, el Valladolid vive cómodo gracias al colchón de las dos
primeras jornadas, desde entonces casi, tras casi, cinco puntos en siete
partidos, números rojos. Si Javi vuelve a ser el que es, el Pucela volverá a
reencontrarse y podrá caminar con garbo y taconeando, digan lo que digan los
mediocres que se esconden en sus voces.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-10-2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario