Cuando Terrence Malick decidió que ‘El árbol de la vida’ era un título idoneo para la película que tenía entre manos, lo hizo sin asociar ese título a ninguna otra cinta anterior. The tree of life sonaba rotundo y definía de un trazo la idea que plasmaba en este poema visual que cuenta la peripecia vital de Jack O`Brien. Malick nos muestra la infancia del protagonista sacudida por dos vientos y de sentidos opuestos: el vendaval paterno quería dotar a Jack de herramientas para poder sobrevivir en una sociedad cruel; la brisa materna solo pretendía acariciar el rostro con la ternura cotidiana. Años después, Jack, ya adulto, es incapaz de encontrar el viento que le marque el sentido al que ha de dirigir las velas de su vida. Camina a trompicones buscando esas respuestas que den sentido a su torpe deambular, pensando que así podrá reconciliarse con su padre que es la única manera de reconciliarse consigo mismo para poder cerrar el pasado.
De la misma manera, el primer libro de la Biblia muestra la satisfacción de Dios con su obra creadora, Malick vio todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Pero en España no fue así ya que el título de su película no era tan original: más de medio siglo antes, hubo un lumbreras que no acertó a trasladar ‘Raintree County’ del inglés al castellano (o directamente no le gustó el nombre original y decidió cambiarlo). De esta manera, aquí asociábamos el árbol de la vida a Montgomery Clift y Elizabeth Taylor, hasta el punto de pensar que, la película de Malick podía ser una secuela de esta anterior de Edward Dmytryk. Pero nada tenía que ver la una con la otra, la poesía con la superproducción.
Miroslav Djukic, el hasta ayer entrenador del Pucela, ha tirado del guion clásico y prefiere ponerse al frente de una película con un elenco de actores más reputados, con más medios para los efectos especiales y con más presupuesto publicitario. Seguir en Valladolid hubiera supuesto extraer jugo de cada palabra, buscar con la metáfora la forma de describir realidades que no puede cubrir con la narración de los hechos. Sus dos poemas a la vera del Pisuerga han sido brillantes, pero arriesgarse a escribir un tercero, sin la certeza de encontrar las figuras retóricas que dieran nuevo lustre al texto, hubiera rayado la osadía. Los dos últimos partidos han venido a darle la razón y a torcer los últimos versos del poemario. Todo lo dicho la semana anterior del partido ante el Celta es perfectamente válido para el de Mallorca, un nuevo borrón en la hoja de un grupo que supo encontrar el viento que le llevase a las costas de la permanencia, pero que, una vez aposentado allí, decidió arriar las velas. Djukic se va de la mejor manera posible, dejando a un equipo en un punto al que no cree que pueda volver a llegar el próximo año. Se va como ídolo y, vaya usted a saber, con las puertas abiertas. El próximo inquilino del banquillo blanquivioleta tendrá el duro reto de enfrentarse a un fantasma , porque el aficionado le enfrentará, a poco que vengan mal dadas, con el recuerdo de su predecesor. Aunque para eso aún quedan unos meses, ahora es tiempo de valorar lo que tenemos. Hace apenas tres años éramos nosotros los que despedíamos la Primera División, ayer escuchábamos la radio con desahogo mientras el drama deportivo (un drama de ficción) apuntaba en otras tres direcciones. Este desahogo es el mejor resumen de la temporada, por más que el doble estrambote haya dejado mal sabor de boca. La próxima seguiremos buscando, con Malick, un sentido que no sabemos si la vida tiene.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 02-05-2013
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