Tierra de pies en
polvorosa, cuyos caminos, más que unir, son las venas abiertas por las que se
desangra, Castilla, muere enseñoreada de sí misma sin saber lo que es porque
nunca quiso mirarse. Envejecimiento, despoblación, palabras, palabras contra
las que se combate tratando de mirar atrás para recrear las calles llenas de
cuando el campo necesitaba manos. El futuro, si lo hay, es otra cosa. No asumir
que los pueblos, muchos, habrán de morir es negar la esencia de las cosas. Cabe
el llanto, a algunos se nos sepultará un trozo de nosotros mismos, la nostalgia
arañará nuestros corazones, pero no hay más, las distancias ya no son lo que
eran, los servicios se concentrarán en menos localidades. Queda el mientras
tanto, la atención imprescindible en tanto en cuanto haya algo de vida porque
la eutanasia no tiene sentido en estos casos. Los pueblos que han de morir lo
han de hacer el día que les toque. Pero este mientras tanto es compatible con
una visión a largo plazo que enfoque sus esfuerzos en las cabeceras de comarca,
de lo contrario estas correrán el mismo destino poco más tarde.
Tierra de paso,
charca donde las aves migratorias posan sus patas para beber, comer y emprender
de nuevo el vuelo, Castilla mira displicente el paso del tiempo sin saber si
montar o dejarlo pasar. Infraestructuras, inversiones, palabras, palabras con
las que se regocija sin saber que dispone de autovías o líneas de alta
velocidad porque de alguna manera los madrileños tienen que ir al norte, porque
en los planos de algún ministerio comprobaron que entre la capital y el
Cantábrico había un extenso territorio en medio.
Tierra de leyendas,
páginas en los libros de historia, Castilla sufre las acusaciones periféricas
de centralismo sin saber lo que ocurre. Como la madre que no entiende la
adolescencia de sus hijos y les reprende por querer romper la armonía en la
familia, como el joven que no entiende que su amiga baile sola. Castilla no se
pertenece porque es imposible un autogobierno si no existe previamente una
‘autopoblación’. La Constitución del 78 quiso diluir la idea de una España
diversa con un café para todos. Pero Castilla sigue siendo más de Cola Cao. El pasado, más que una raíz, sigue siendo una
cadena.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-04-2014
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