Una de esas leyendas
urbanas que antaño caminaban de boca en boca relata la querencia del dictador
por rodearse, en el ámbito político, de personas cuyo currículum estuviera
impregnado de hechos que hoy llamaríamos corruptos. No solo eso, permitía,
además, que durante el desempeño de sus funciones se beneficiaran de lo que el
poder otorgaba. Con aquellos que, dentro de los afectos al régimen, pudieran
ser potenciales enemigos, actuaba de modo similar. Un ministro franquista,
pongamos por caso, junto a su carta de cese, recibía un informe sobre sí mismo
tan demoledor relatando aquellos actos que no tenía margen de maniobra. A casa
y a callar: si pío todo el mundo conocerá mis fechorías, seré desactivado y
humillado públicamente, si no hablo podré disfrutar de todo lo trincado. Nada
extraño, ya el bíblico libro del Eclesiastés atribuye a Salomón aquellas
palabras que los latinos tradujeron como ‘Nihil novum sub sole’, nada hay nuevo
bajo el sol. El poder pretende no ser cuestionado y nada hay más débil que un
humano con todas sus fallas a la luz.
La mezcla del clima
de puritanismo que se está instalando con la exposición pública a la que nos
sometemos (casi) todos en el frenopático de las redes sociales, vuelve a
propiciar fenómenos similares. La información es poder y es más poder cuanto
más poder se tiene. De esta manera se puede entender mejor el caso de Guillermo
Zapata, el concejal madrileño puesto en el punto de mira por unos tuits
publicados hace unos años. No entro, eso es harina para otro costal, a valorar
lo escrito, simplemente quiero señalar el indigno proceder de quienes van
redactando informes estando menos preocupados por la gravedad de lo que
atestiguan sus escritos que por usar ese conocimiento en su beneficio. Si se
conoce una conducta ilegal o inmoral que se denuncie cuando se produce. Si la
persona en cuestión es relevante tiempo después (y Zapata lo era desde hace
meses) que se ponga en conocimiento en ese instante. Lo demás es maniobra poco
interesada en defender lo que se dice, es vil interés. Lo honesto es atenerse a
esa frase de boda cinematográfica: “Si alguien tiene algo que decir, que lo
diga ahora o calle para siempre”.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 18-06-2015
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