Al ser humano, el ser humano le molesta. Desde luego es así cuando hablamos de asuntos mayores, por ejemplo en todo lo concerniente a la inmigración, a la llegada de otras gentes al territorio en que vivimos. Vinieron porque se les ‘necesitó’, pero queríamos que fuesen transparentes, que su llegada no produjese más efecto que el desarrollado en sus horas de trabajo. El escritor suizo Max Frisch allá por el 65, cuando sus emigrantes eran los españoles, sintetizó perfectamente este sentir: “Pedimos mano de obra…y llegaron personas”.
Pero el ser humano también empieza a ser una molestia en los asuntos menores. Cualquier actividad que uno pueda desarrollar se enfrenta siempre a alguien que se siente molestado por uno u otro motivo. Cualquier poco de ruido, cualquier ocupación de un espacio, se convierte en una afrenta que, de no remediar, vaciará las plazas y silenciará las calles. Salvo, eso sí, el ruido de los coches. Los gobernantes, sensibles ante este acúmulo de piel fina, legislan de forma restrictiva porque entienden que así controlan mejor y se ganan el favor del creciente número de los que se sienten agraviados por un concierto, una actuación teatral, una velada de cine al aire libre o un niño que llora.
Pero lejos de calmar a la fiera, cada concesión la sienten como un derecho por fin conseguido, como una vuelta más en su razón, se envalentonan y la espiral exige otro giro. Ahora es el sentido del humor el que molesta, incluso el humor blanco se puede convertir, para estos espíritus inquisidores, en algo denigrante, en una afrenta. Hemos visto varios casos, pero el último roza lo surrealista. Un gag inocuo del humorista José Mota ha revuelto la bilis de algún telespectador que ha exigido una disculpa a RTVE. Un gag que solo muestra que podemos ser muy valientes de boquilla, pero cuando la realidad se pone dura preferimos engañarnos.
Hasta ahí, una ‘tontuna’ propia de una mala digestión. La parte grave del asunto es que el propio Ente público emita una nota pidiendo perdón dando por bueno que el gag podía ser ofensivo. A este paso, el humor no podrá pasar de aquello de “iban dos y se cayó el del medio” y eso siempre que no haya alguien que se apellide ‘del Medio’ y exija públicas disculpas.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 04-05-2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario