Si Erwin Schrödinger hubiera vivido en algún pueblo por el que discurre
la línea férrea Valladolid-Salamanca, habría situado su paradoja en el interior
de uno de los trenes que vería circular. El físico austriaco, para introducirnos
en los misterios de ese arcano que es la física cuántica, explicaba el
principio de la superposición –que de forma simultánea, un objeto pueda tener
varios valores diferentes de una misma magnitud- con un sencillo ejemplo. Se
encierra un gato en un bunker en el que se ha colocado una frágil ampolla llena
de gas venenoso. Pasado el tiempo, la ampolla puede haberse roto -y el gato
muerto- o no. En esas circunstancias, desde la perspectiva de la mecánica
cuántica, el gato estará vivo y muerto a la vez. Hasta que se abre la caja,
entonces el gato estará vivo o estará muerto. Pero no las dos cosas.
Si Schrödinger viviera en uno de esos pueblos, los pocos trenes que
hubiera podido observar le habrían planteado varios escenarios de superposición.
Podría pensar que ese tren que se acerca para y no para a la vez en la
estación. Hasta que, en la mayoría de los casos, comprobaría que la ampolla se rompe,
que el tren pasa de largo.
Sabría, también, que no existe ninguna unidad que realice ese trayecto
que transporte bicicletas, ninguna. Incrédulo, consultaría en ‘Atención al
cliente’. Inténtelo, le recomendarían, dependerá de la buena voluntad del
revisor. Viendo pasar el tren, el científico concluiría que a la vez había y no
había bicis dentro. Hasta que, en la mayoría de los casos, comprobaría que la
ampolla se rompe, que el revisor es consciente de que luce una hipotética gorra
de plato.
No desconocería, sin embargo, que esos revisores son una especie en vías
de extinción y que, a pesar de haber pocos trenes, buena parte de ellos
circulan sin el funcionario de turno. Será que en el futuro se vislumbra una
privatización y conviene soltar lastre. En esos casos, al no haber revisor ni
taquilla, los viajeros no pueden comprar billete. Viajan pero no son contados.
Será que no tardando se dirá que se cierra la línea porque no es rentable, no
sube nadie.
En resumen, que los trenes de esta línea paran y no paran, llevan y no
llevan bicicletas, circulan con y sin revisor y los pasajeros suben y no suben.
Todo a la vez. Demasiada superposición hasta para Schrödinger. Veremos lo que
pasa cuando se abra la caja.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-04-2017
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