Cuando me encuentro con una proyección económica lanzada hacia el futuro,
mis orejas perrunas se levantan. Tiendo a no creerlas y, a la vez, a no
menospreciarlas.
A no creerlas, porque cualquier predicción solo puede ser realizada a
partir del estudio de una serie limitada de variables, unas variables que
siempre se topan con una realidad mucho más compleja que se empeña en
desautorizarlas. Como ejercicio de descreimiento suelo realizar un sencillo
juego: miro hacia atrás tantos años como los que quedan para que se ‘cumpla’ la
predicción. Si escucho, por ejemplo, cosas como que el sistema de pensiones
habrá quebrado en 2050, vuelvo la vista a 1984 -no al libro de Orwell, al año-
y desde aquella lejanía adolescente sin ordenadores ni móviles contemplo las
hipótesis que se aventuraban para estos tiempos. Todo papel mojado y cine o
literatura de ficción. Al final, el ser
humano es lo suficientemente indeterminado como para aventurarse a proyectarle
tan lejos en cuestiones que no son científicas.
Y a la vez tiendo a no menospreciarlas, porque siempre hay alguna
información que obtener de ellas. En primer lugar por el análisis previo que se
realiza de la situación en el momento presente y las tendencias inmediatas que
se marcan. En segundo, porque no existe neutralidad en la prospección. Los
resultados se suelen acomodar a la voluntad del que paga el informe. Así,
cuando asistimos a la exposición de las citadas conclusiones, no estamos ante
un acto académico sino político. Volviendo al ejemplo anterior, visto desde
esta perspectiva, no sorprende la proliferación de estudios que ponen en
cuestión la viabilidad del sistema de pensiones. A la banca le interesa y mucho
infundir pánico e inciden en generar ese caldo de cultivo que les sirve para
incrementar el resultado de sus balances. Cuantas más personas se asusten, más
planes de pensiones firman. El tercer aspecto por el que no menosprecio estos
estudios es porque tienen el poder de convertirse en profecías autocumplidas.
Tras repetir mil veces lo que va a ser, asumimos como cierta una realidad
inexistente y así se debilitan las defensas.
Levanto las orejas porque esos informes actúan como la pistola del
mafioso, explican quién se quedará con el botín.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-12-2017
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