Carlos Taibo, uno de esos
trotamundos de la disidencia intelectual, habló el jueves en Valladolid.
Curtido cómo uno está en el triste cobijo de los cuatro gatos que
decoramos estas citas asombra ver su
capacidad de convocatoria. Eso ya es adrenalina para un tiempo.
Amén de resaltar la gran paradoja: los únicos mentores de
una lectura sosegada de la letra (la grande y la pequeña) de ese pretendido
tratado constitucional son los postulantes del “no” mientras los patronos del
voto afirmativo escamotean su contenido difundiendo vaguedades, Carlos, tirando
de sus nutrientes intelectuales ironizó sobre el nuevo tipo de encuestas al uso
de cara al referéndum. Al consabido si-no-no sabe/no contesta se le debe
agregar un cuarto epígrafe: no sabe pero contesta, aun más, no sabe pero acata.
En realidad la sociedad que estamos construyendo parece el sueño de Esquilache,
aquel ministro de Carlos III, máximo exponente del despotismo ilustrado, menos
de lo segundo que de lo primero. La inercia social al uso conlleva un
desencanto de tal calibre que el personal por hastío dimite de su labor
crítica. Del todo para el pueblo pero sin el pueblo al que hagan lo
que quieran se cierra un círculo que recrea un panorama parejo. Como
entonces el único motín quizá provenga de la reacción nostálgica. Del resto,
sumisión por cansancio o desidia.
En éstas la televisión asume el
rol de Oráculo de Delfos, de prontuario ético, capaz por saturación de dibujar
el abanico de gustos y necesidades. Algún programa se escapa de la vorágine y
pretende hablar de ideas, de libros. Al margen de gustos o tendencias, el que
modera Sánchez Dragó es uno de ellos y a veces dan una clave aunque, como días
atrás, lo hagan de forma inconsciente; el elenco de polemistas intercambiaban
ejemplos de malos usos del lenguaje, uno de ellos con rostro sorprendido relató
que los chiquillos para negar usaban la expresión “va a ser que no”. Nadie dio
respuesta. A la par que los más mimetizan actitudes recogidas de la tele como
las ratas aprenden en las jaulas experimentales, los sabios analizan el por qué
pero la realidad se les escapa entre los dedos.
La conciencia se evade
refugiándose en los cuarteles de invierno y el resto no sabe pero opina lo que
le han coreado mil veces. Dad al poder una tele y moverá el mundo. A su gusto.
Publicado en la edición de Castilla y León de 'El Mundo'.
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