miércoles, 20 de junio de 2018

QUÉ TIEMPOS AQUELLOS

Imagen tomada de oncenoticias.hn
¡Qué tiempos aquellos los de la hipocresía! Aquellos buenos tiempos en los que, para sentirse socialmente respetado, era necesaria la consciencia de las propias miserias que todas las personas albergamos, era imprescindible esconder detrás de la palabra los comportamientos a los que la debilidad humana nos arrastraba, era indispensable una referencia básica, mínima, comúnmente aceptada, sobre lo que se entendía por buen hacer. Los eufemismos se convertían en el verbo amable que pretendía revestir de dignidad lo que tenía poco de digno; la preposición ‘pero’ merodeaba en las conversaciones tratando de unir el proceder con la palabra. Tras, sea por caso, un ‘no soy racista, pero…’, justificase esto lo que justificase, se dejaba claro que el racismo era una actitud despreciable. 

¡Qué tiempos aquellos tan distantes del puritanismo! Tan distantes, sí. El rigor puritano nada quiere saber de matices, de situaciones, de contextos. Pretende legislar hasta en el último recoveco de la vida, subsumir en una pretendida conciencia colectiva las conciencias individuales. No admite referencias, las impone; lo comúnmente aceptado desaparece tras la intransigencia de lo obligatorio. Aquí no cabe la hipocresía sino el miedo. Esconder cualquier actitud, en estas condiciones, no sería más que un elemental ejercicio de supervivencia.
¡Qué tiempos aquellos tan alejados de los que se abren ante nuestros ojos! Alejados, sí. Estamos asistiendo a la muerte de la hipocresía. Ya no es necesaria para sentirse bien, lo cual viene a reconocer que todo vale si es en nuestro (aparente) beneficio; que cabe exponer sin ambages que unos somos más que otros; que el que más chifle, capador.  Tiempos que se están abriendo pero que no son nuevos, que la historia ha repetido una y otra vez, que no nos sirvieron para aprender. Ya no hace falta un ‘pero’, ¿para qué pudiendo decir que ‘nosotros primero’? Vemos al presidente de la superpotencia ufano -y buenamente reconocido- tras haber encerrado en jaulas a niños, con o sin pijama de rayas; tras haberles obligado a separarse de su madre, de su padre, de su vida. Vemos gobiernos impidiendo arribar barcos con personas que huyen de la muerte y la miseria, valga la redundancia, de una guerra que nunca decidieron; gobiernos -y sociedades- conscientes de que cada año muere todo un Peñafiel en el Mediterráneo. Y todo con burdas excusas -hay muchos problemas; primero, los de aquí; mételos en tu casa- . ¡Qué tiempos aquellos los de la hipocresía!


Publicado en "El Norte de Castilla"

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