En muchos casos, con las grandes obras de infraestructura
nos ocurre como con aquel acertijo infantil;
es difícil saber qué pasó antes, si fue el huevo de la necesidad el que empolló
la obra u ocurrió que la propia gallina de la obra fue dando forma a la
realidad social. El caso del AVE, por ejemplo, es paradigmático. Se vendió como
huevo, claro, eso ocurre siempre para conseguir el calor con el que se incube;
como ese bálsamo de fierabrás cuyas sinergias solucionarían hasta el hambre en
el mundo. Si los madrileños están a tiro de una hora, esto se habrá de llenar
de empresas que generarán puestos de trabajo y riqueza que dará forma a su vez
nuevas empresas y nuevos puestos de trabajo que… Hubo quien puso cifras,
Valladolid podrá llegar a los 700.000 habitantes. Ocurrió viceversa, como con
el autobús de mi pueblo; son muchas más las personas que salen a trabajar a la
capital del reino que las que vienen con idéntico propósito. Personas que
empiezan yendo y viniendo para terminar asentándose al sur de Guadarrama.
En realidad, la alta velocidad se parece, más que al huevo,
a la gallina que requiere Madrid para que allí ‘desove’. Basta con ver el
ponedero. Casi todos los huevos están en líneas que tienen Madrid como origen o
destino. Puede pensarse que tiene cierta lógica: es la capital, está en el
centro de la península. Pero un detalle, un lapsus, nos debía haber mantenido
en alerta: Si una persona de Segovia o Valladolid, pretende ir a Córdoba o
Zaragoza, debe realizar el viaje en tres tramos siendo uno de ellos el de la
docena de kilómetros que unen Chamartín con Atocha, un fusible que aminora el
efecto de la celeridad de los trenes retrasando cualquier
viaje en torno a una hora. Vamos, que, desde su concepción, la red está
planteada para que Madrid sea alfa u omega, el resto son consideradas
excepciones que habrán de asumir la penalización temporal. Si además tenemos en
cuenta los precios de los billetes, el costo de la infraestructura y su
mantenimiento, la decadencia de las líneas convencionales asociadas a ese
costo, podemos entender que la mayoría de las personas, las de menor nivel de
renta, hemos perdido oportunidades en el transporte ferroviario. Es lo que se llama redistribución inversa, se
paga a escote, una minoría se queda con la gallina y el resto pierden hasta los
huevos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 11-10-2018
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