Imagen tomada de diariosur.es |
Hace ya unos años, alguno menos de diez, un amigo algo más
joven que yo, al conocerse otro caso de corrupción de aquellos que un día sí y
otro también ponían nombre y apellido al desfalco, torció el gesto de forma que
en el rostro se le dibujó un rictus a medio camino entre la ingenuidad y el
descreimiento.
-Hasta ahora, la mayoría de los de mi generación nos
creíamos lo que nos contaban. Es jodido esto de darse cuenta de que hemos
vivido en una gran mentira.
Sonreí con tristeza. Me entró, perdón por la inmodestia, el
complejo de Casandra, la sensación de “yo ya lo había dicho”.
En aquel momento la crisis económica mostraba ya sus efectos
en los bolsillos y, sobre todo, en las cabezas. A la falta de trabajo, a la
ausencia de expectativas, a la escasez de recursos, se le añadía un plus de
desafección ante la realidad sociopolítica. El entonces archifamoso, y hoy casi
olvidado, 15 M se convirtió en el
refugio en que se encapsuló esta sensación generalizada que bien se definió
como ‘indignación’. Una indignación que como vino se fue; mejor dicho, que de
la misma forma que se tragó, fue digerida.
Sin embargo, un poso permaneció en la calle, aquel “hemos
vivido en una gran mentira” no resultó en balde y, desde entonces, la
desconfianza ante las instituciones, ante los representantes de las diversas
instituciones, se ha convertido en un lugar común. Cierto es que esos
representantes tampoco han hecho nada para revertir la situación.
Cuando en nada se cree, cuando la indignación, la
desafección o la desconfianza son parte del menú, resulta complicado separar lo
cierto de lo incierto, la verdad de la mentira, y solemos elegir el camino más
sencillo: creernos lo que nos conviene, la versión que mejor se adapta a
nuestros prejuicios o a nuestros deseos. En estas situaciones, cualquier
cerilla puede convertirse en incendio, bien de forma inmediata, bien una vez
regurgitada. Por eso, la decisión del Supremo al respecto de a quién le
corresponde el pago del ‘impuesto hipotecario’ es un material altamente
inflamable. Cuesta, en medio de este clima, pensar que la resolución se ha
escrito en medio de la frialdad analítica y no como consecuencia del empeño en
defender el interés de la gran banca. Hace quince años, esta decisión, con más
o menos crítica, se habría respetado. Hoy ya nadie se lo cree, y eso tiene
consecuencias.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-11-2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario