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El ser humano, entre otros bichos, ha desarrollado un
sistema inmunológico con el propósito de defenderse de los gérmenes patógenos
-virus, bacterias, hongos…- que le
pudieran atacar. Para ese combate, nuestro sistema defensivo emplea una serie
de anticuerpos, las inmunoglobulinas, cuya labor consiste en identificar
primero y neutralizar después los elementos nocivos que vinieron a menoscabar
nuestra salud. En determinadas ocasiones, sin embargo, este método defensivo se
activa de forma inconveniente provocándonos enfermedades autoinmunes –ataca a
células sanas del propio cuerpo- o alergias –reacciona ante sustancias que,
siendo inocuas, cataloga como peligrosas-.
En este último caso, el de las reacciones alérgicas, el
cuerpo produce en exceso el tipo E de inmunoglobulina, la IgE. Esta misma sustancia se activa también cuando
el cuerpo detecta un ataque de algún tipo de parásito.
El cuerpo electoral de Castilla y León vía elecciones ha
generado su propia y específica inmunoglobulina E, la IgEA de nombre Francisco. Y es que sobre el
presidenciable de Ciudadanos recae la tarea de decidir hacia qué lado del fiel
colocará su peso para inclinar la balanza. Falta por saber si la alta presencia
de este anticuerpo en la sangre de nuestra comunidad es por una reacción
alérgica, un matar moscas a cañonazos, algo de urticaria, algún ronchón y poco
más; o tiene como objetivo cierto acabar con algunas prácticas parásitas de
nuestra política. En esa decisión está la prueba del nueve de Igea. No tanto
por el quién cuanto por el cómo. Nos dirá si Castilla y León se resigna -una
vez más- a un papel periférico, subsidiario, o se hace política aquí sin
aceptar ser parte de un conchabeo capitalino.
Lo cierto es que las inercias son muy fuertes. En términos
políticos, por los propios nunca se valoró nuestra tierra más que como
trampolín para saltar a un Madrid tanto real como metafórico: hay que recordar
aquel Consejo de Ministros con tres expresidentes de la Comunidad. Para los
foráneos somos un simple cromo para, llegado el caso, intercambiar.
Los últimos discursos de Igea son de consumo interno, habla
donde pille pero se dirige a la cúpula de su partido. Haciendo pública su
voluntad, pretende forzar a dicha cúpula a aceptar lo que aquí decidan. En la
necesidad de hacerla pública se entrevé la existencia de tensión: de saberse
respetado no tendría necesidad de envalentonarse. El tiempo hablará.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-05-2019
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