viernes, 28 de junio de 2019

COLES DE BRUSELAS

Tiempo atrás pasé una buena tarde de risas con un amigo que me contaba las vicisitudes de su primer encuentro-desencuentro con sus suegros. El caso es que estos últimos días, escuchando las idas y venidas, las curvas, rectas, recovecos y rincones de las distintas negociaciones abiertas para conformar los gobiernos de las instituciones en las que no hay una mayoría más o menos clara -y aun en estas, ¿verdad, Jesús Julio?-, me he acordado de la peripecia que relató mi amigo en aquella sobremesa.
Él, ¡qué tiempos!, se había enamorado. Elegir quién quieres que sea tu pareja es potestad de cada cual. Luego puede haber o no correspondencia. En este caso, la hubo. Ir a votar tiene matices similares. Cada quien con sus razones, razones que a veces la razón no entiende, pone la vista en un partido, lo elige, lo vota. Este, a posteriori, con sus actos, puede corresponderte o no. Es más, puede que ni tenga la posibilidad de corresponderte; si no pisa moqueta, la cosa se queda en un ‘ni sí, ni no’ en espera, largo se fía, en una nueva oportunidad.

De un tiempo a esta parte, desde que el bipartidismo se convirtió en bibipartidismo, más aun desde que al cuarteto le surgió un estrambote, el partido elegido viene acompañado de
comensales que se sentarán en el mismo pacto.
Esa persona que uno espera que le corresponda, cuando lo ha hecho, viene como en un lote, con un par de seres que se convertirán en ‘los suegros’. Y toca tragar si quieres que la relación se mantenga. De primer plato, ¡ay, Dios mío!, coles de Bruselas. Indigeribles. El mal, pensó el chaval, cuanto antes pase, mejor. Agarró la cuchara y, en un visto y no visto, el plato vacío. Tal y como las ha comido, le han debido de gustar al chaval -debieron de pensar los anfitriones-. Cortesía obliga, le volvieron a llenar el plato. ¡Tierra trágame!
Pasado algún tiempo, mi amigo volvió a casa de los padres de ella. Estos, en la certeza del
acierto del primer día, le quisieron agasajar. Para ello nada mejor que volverle a ofrecer
aquello que tanto le gustó: coles de Bruselas.
A diferencia de lo que estamos dispuestos a tragar a las organizaciones políticas, mi amigo dejó claro que no estaba dispuesto a tragar más. Con coles de Bruselas, no habrá acuerdo posible.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-06-2019

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