viernes, 21 de junio de 2019

TE ACUERDAS DE ENTONCES CUANDO…


Puedes estar hablando con tu hijo y sacar a colación lo que hiciste aquel verano en que tenías su edad; escuchar el nombre de una ciudad y recuperar en tu imaginación aquellas vacaciones, las historias juveniles con un amigo que se fue a vivir allá, el fatal accidente de un compañero de estudios… Podemos estirar el catálogo de situaciones en las que giramos el cuello de la memoria para mirar hacia atrás hasta el infinito. Con demasiada frecuencia el pasado, ese pasado personal que nos arrebata del presente, extiende alguno de sus tentáculos con la intención de zancadillearnos. De esta forma, aunque no terminemos de caer, de frenar en seco nuestro caminar, durante un tiempo avanzamos a trompicones. 
La tentación, llegados estos casos, vive en un arriba que se llama Jorge Manrique, “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. En general, casi ninguna etapa anterior lo fue, lo sabemos todos menos los miembros de aquellos grupúsculos sectarios, tanto da nacionalistas de uno u otro pelo o corrientes de un desvariado progresismo, que reclaman del pasado estados o escenarios ideales que nunca se dieron. Sabemos, digo, en cuanto la razón nos devuelve al presente, que esa idealización nos parece mejor que el hoy porque ese pasado una vez fue nuestro.

Sin embargo, en nuestras sociedades, por primera vez en mucho tiempo, corremos el riesgo de que las imágenes que devuelve el espejo del pasado puedan dejar en evidencia un presente que se licúa por momentos. Nunca resultó sencillo obtener los fondos que garantizasen en cada casa una vida digna; el trabajo es, por definición, una tarea fatigosa. Poco a poco, los trabajadores consiguieron una serie de derechos que hicieron más llevadera la labor a la par que más o menos se garantizaban la permanencia en el puesto de trabajo. La última gran crisis, sin embargo, derrumbó el andamiaje construido. Aquellos derechos arrancados con jirones de piel desaguan por el sumidero de la historia; la garantía de estabilidad es una entelequia. Pensábamos que la tecnología vendría a ayudar, y así es en muchas facetas, pero no en lo laboral, donde todo se ha precarizado. Eso sí, no es la tecnología la culpable; esta responde simplemente a la voluntad de los humanos. Aunque solo sea de unos pocos.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-06-2019

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