Con demasiada frecuencia deseo conmoverme con esas mismas cosas
con las que muchos de ustedes se emocionan, pero no, no me sale. Miro atrás y
no caigo en la cuenta de si en mi pasado adulto hubo algún momento en el que
pude acercarme con aires de trascendencia a todo ese material simbólico; tal
vez sí, tal vez no, no lo recuerdo. Y siento un poco de lástima por mí.
Por ejemplo cuando me asomo y veo a mis vecinos rasuereños -amigos,
familia- estremecidos acompañando a la Virgen de los Dolores. Me desborda. Me
gusta, sí; cuando puedo voy, también; pero emocionalmente, todo lo más me
atrapa la melancolía, me asalta la remembranza. Miro como quien asiste a una
clase viva de antropología. Y siento que me pierdo algo. Supongo que, si mi
patria hubiese sido la infancia en Valladolid, tal ocurriría con la Semana
Santa.
Por ejemplo cuando oigo ruidos de bandera, cuando veo himnos
ondeando. De aquí, de dentro de aquí, de fuera y de muy fuera, da igual, uniformes,
posiciones de firme, pecho alto, pulmones ‘apretaos’ no me arrancan una
emoción. Y a ratos lo envidio. Sí comprendo, y vivo, el sentido de comunidad,
me siento parte de un algo cuando paso delante de la vieja Residencia donde
nació mi hijo, al lado del Clínico en el que me salvaron la vida, por la puerta
de cada escuela en la que se empeñaron en que aprendiera. Me entiendo como un
privilegiado por haber nacido en estas tierras y en esta época, por poder decir
y escribir. Por ello me siento obligado a participar en que las generaciones venideras
nazcan asistidas y asistida nazca su descendencia; en que les salven la vida si
es médicamente posible, en que haya quienes se empeñen en que aprendan, a que
puedan decir y escribir. Me da rabia,
por esto último, cuando no me llega para estar dado de
alta.
Ya digo, a veces les envidio. Luego veo lo que se puede
hacer por y con una bandera, por y con una creencia, y se me pasa. Sé que en la
mayoría de los casos no es así, pero por si acaso, que miedo me doy si enarbolo
una.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-10-2019
Excelente, Joaquín.
ResponderEliminarGracias por expresar y compartir tu lucidez y tu hondura.
Muy bueno. A mí me pasa igual
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