Imagen "El Norte de Castilla" |
Hace 105 años, una revista satírica de título 'Puck' publicó un dibujo de un tal W.E. Hill. No me pregunten qué significan la W y la E del nombre del caricaturista ni dato alguno concerniente a su biografía, que ni idea. Del dibujo, sin embargo, puedo afirmar que hizo fortuna hasta el punto de suplantar y hacer olvidar uno similar que circulaba en postales alemanas un cuarto de siglo antes e ilustrar muchos textos como mi libro de Filosofía de 3º de BUP. Hill tituló su versión 'Mi mujer y mi suegra'. Podríamos imaginar, parecería lo natural, que el dibujo refiere una estampa familiar en el que se asomasen las dos mujeres, madre e hija. Tal vez, el autor, en una humorada, hubiera aprovechado para plasmar en los dos rostros todos los prejuicios masculinos propios de las dos condiciones:a la esposa como dechada de virtudes y a la suegra como una mala bruja. Pero no, el ilustrador estadounidense pretendía jugar con la mente del observador:en realidad el dibujo era el de una sola mujer que, eso sí, podría parecer una anciana narigona, pelín cabizbaja, si lanzamos la mirada desde arriba hacia abajo o una joven, altiva, con pose aristocrática, con el cuello girado hacia su derecha si la perspectiva del observador es la opuesta.
Ha habido muchos dibujos como aquel, bocetos que proponen una ilusión óptica provocada por la disonancia que se produce al traspasar una realidad tridimensional a las dos dimensiones del papel. A bote pronto, está aquella imagen que bien podría mostrar un pato o un conejo en función de si tomamos las protuberancias como orejas o pico, o las de escaleras imposibles en las que, tras bajar varios escalones, aparecemos en el mismo punto.
Ocurre otro tanto con la foto que ilustra este texto. Si la contemplamos con cierto afán reprobatorio encontramos a Ünal llegando tarde al remate. Cuando él hace acto de presencia, el portero rival se ha adueñado del esférico y no le queda otra que saltar y lamentarse. Si, por el contrario, nos acercamos a la imagen con cierta generosidad de espíritu, contemplamos el esfuerzo por alcanzar una meta, la incesante pelea contra todos los elementos para beneficiar a su equipo, la lucha sin descanso por convertir en ocasión cualquier melón que le llega desde su zaga. Y las dos cosas, el empeño y el infortunio con el balón, son verdad.
Si algo ha demostrado Ünal en su periplo pucelano, es que su esfuerzo es equiparable a la capacidad para desesperar incluso a sus más acérrimos defensores. Ayer no fue una excepción. Como además, fruto de ese infatigable esfuerzo, se empeña en estar en todos los sitios a la vez, se le ven demasiado sus errores. Aunque a veces, ese empeño anárquico produce unos frutos inesperados. Ayer, sin ir más lejos, salvó un punto sin querer. Ocurrió cuando el partido apuntaba al final, cuando ese punto se palpaba pero no se tenía, cuando el botín era demasiado valioso como para pensar en perderlo, cuando cualquier golpe se convierte en definitivo: un obús del Chimy Ávila –qué tipo, qué jugador– se encaminaba a la escuadra pucelana. El balón, por pura casualidad, se topó con la cabeza del turco y pudimos respirar.
Haciendo balance de todo, sumando lo que aporta y lamentando lo que podría aportar, no termina de existir unanimidad. Ünalistas y antiünalistas debaten sobre si la foto es la de un delantero tenaz del que han de aprovecharse sus compañeros o la de un jugador que siempre llega tarde, controla mal o no elige la opción más beneficiosa. Él, cabe decir, es de los primeros, es difícil que una persona tenga más fe en sí mismo de la que el turco se tiene. El Valladolid se le queda chico, aspira a mucho más. Para el Pucela no es malo que así sea: si quiere saltar más, el club se aprovechará del impulso. Su entrenador, también es del club de los que le defienden, de lo contrario no le ofrecería tantos minutos. Aunque, eso sí, el juego que propone deja a los delanteros a los pies de los caballos. Viene a ser un 'corre y búscate la vida'.
Por cierto, de las percepciones del dibujo 'Mi mujer y mi suegra' se han realizado múltiples estudios. El más obvio afirma que lo habitual es que la primera mujer que se vea sea la más cercana en edad al observador. A lo mejor ocurre lo mismo con el trato que dispensamos a Ünal y vemos en él lo que pensamos de nosotros.
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