miércoles, 20 de enero de 2021

EJERCICIO DE MEMORIA COLECTIVA

‘Cienes y cienes’ de veces, tal vez alguna menos, me han preguntado si veo los partidos con una idea previa de lo que voy a escribir para luego, con fuego, martillo y yunque como el herrero en la fragua, amoldar tal esbozo a lo que ocurrió en el campo. La respuesta es ‘no’, nunca. Me siento a ver el fútbol sin plan preconcebido. Hasta hace unos años, iba tomando notas, dibujando el boceto mental que, cuando el árbitro daba por concluido el encuentro, habría de tomar la forma de artículo terminado. Desde que el jefe de este negociado me propuso escribir sobre una foto que él elegiría del partido, ni eso. Veo el partido, espero la elección de la imagen, la observo hasta memorizarla, rebusco en mi cabeza algo que servirá de base para hilvanar el texto…

Cuando lo cuento, me miran raro. ¿Cómo se te ocurren esas cosas? La verdad, no sé qué responder. O no sabía. Se me ocurren, -decía pensando en la dificultad del reto, creyendo que del tal apremio saldría bien una temporada, dos todo lo más-. Trece temporadas después, más de quinientos partidos del Pucela cubiertos, asumo que mi cerebro, un ser que va por libre, sufre -o disfruta-  uno de los síntomas del síndrome de Diógenes: es incapaz de desechar las ideas que por él pasaron en algún momento, tanto las que merecen la pena como las estúpidas, ridículas o sin sentido; hacina recuerdos de los que, pasado un tiempo, ni es consciente de que permanecen acumulando polvo en alguna circunvolución perdida. Llegado el momento, por no sé qué mecanismo, ideas y recuerdos saltan al llamado de la urgencia. Alguno es cazado y queda plasmado en el artículo como ardid para describir alguna circunstancia concreta de un partido de fútbol.

Esta semana, sin embargo, la reflexión no ha tenido tiempo de coger polvo. La imagen de Sergio, el actual entrenador y protagonista de un retazo fructífero de la  historia del Pucela, con un ramo de flores homenajeando al considerado unánimemente como el mejor en su puesto, Vicente Cantatore, nos traslada una hermosa visión del fútbol que me apuntaba en el momento que supe del fallecimiento de Don Vicente: “Para aquella gente que dice que el fútbol no son más que 22 tíos en calzoncillos pegando a una pelota, vean que es también un gran ejercicio de memoria colectiva, de sentimiento de comunidad geográfica y emocional. Valladolid y el mundo del fútbol están hoy más tristes. La comunidad territorial y la de la afición compartida sienten, sentimos, colectivamente la pérdida de don Vicente Cantatore. Formó parte de ambos mundos y se ganó el respeto en uno y en otro. Un brindis por su memoria”. Ese ramo esconde un hilo que mantendrá a Cantatore y Sergio ineludiblemente unidos por más tiempo que pase.

La pena, la grandísima pena, es que el homenaje se haya tenido que realizar con el estadio vacío y no con 25000 aficionados, y porque no caben más, calentando sus palmas, entonando sus himnos y apuntando la escena en una memoria que sería común porque sería de todos; en la misma memoria en que se conserva el recuerdo de lo que vivieron en ese mismo estadio cuando don Vicente dirigía la nave. Una aventura que pervivirá porque los que estuvieron para verla, para vivirla, la contaron con emoción a sus hijos; porque estos, a su vez, contaran a los suyos que ‘una vez hubo un entrenador que…’. Nada tiene sentido sin lo que hubo antes, nada lo tendrá si ahora los vivos no seguimos vivos.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-01-2021

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