La cara compungida de Plano refuerza esta forma de
narración. En su mirada hay tanto lamento como poca esperanza. En el momento en
que se produce, atendiendo a la referencia de los banquillos ya segunda parte,
es consciente de que el equipo se ha caído, de que incluso un Cádiz insulso,
suplente, sin más argumento que la inercia, les está sometiendo. A ellos,
insisto, muy poquita cosa, se les nota las ganas de vivir. Uno, Akapo, camina
tenso; otro, Garrido, observa concentrado; un tercero, Cala, manda, dirige o
pide ayuda; se relaciona.
Otra forma de abordar la historia, también escrita a
posteriori, partiría de un punto previo al momento de la desventura. Rompería
la blancura del papel con una frase similar a ‘El día en que lo iban a matar,
Santiago Nasar se levantó a las 5.30”. Al poco de adentrarnos en el relato,
comprobamos que todo el pueblo sabía, desde el señalamiento por Ángela Vicario,
que las últimas horas del protagonista serían la ‘Crónica de una muerte
anunciada’; todos los lectores eran conscientes
de tal circunstancia desde antes de abrir el libro de García Márquez. Todos,
menos el propio Nasar. Sustituyamos ‘lo iban a matar’, ‘Santiago Nasar’ y ‘se
levantó’ por ‘iba a descender’, ‘el partido del Real Valladolid’ y ‘comenzaba’.
En esta versión hay un resquicio de esperanza. El descenso parece anunciado, lo parecía incluso cuando no ocupaba plaza que condujese a
ello. Pero entre el anuncio y la ejecución hay un tiempo, un margen para que
acontezca la sorpresa, para que este equipo encuentre cómo sobrevivir.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-04-2021
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