Insisto en el rigor del dato, en su precisión e irreversibilidad. Aunque nadie, nadie, mantenga la mínima esperanza en que el Valladolid permanezca en Primera, no se podrá decir que el Valladolid perdió la categoría en el estadio de la Real Sociedad el 16 de mayo de 2021. Todos tenemos claro que el nivel que está demostrando el Pucela no aporta ninguna expectativa de triunfo, menos si el rival aspira al cetro liguero. Todos aprendimos que si un equipo, llámese Huesca o Elche, se juega algo en su casa frente a un rival sin incentivos, sea el Valencia o el Athletic, se llevará de calle el triunfo. Se podrá sostener que mientras las matemáticas aporten una posibilidad, no conviene encargar la lápida. Esas mismas matemáticas, sin embargo, enuncian que el resultado de la suma de dos imposibles es la certeza, la que refleja la cara de Javi Sánchez, de lo inalcanzable del logro. Su cuerpo, cada célula, no muestra más que desazón por lo que asume ha ocurrido aunque aún no esté certificado.
Por un algo ridículo, más allá de por mantener la zozobra,
el sufrimiento sin esperanza, me alegra que el estadio antes llamado Anoeta no
pase a la historia de los batacazos pucelanos. Cada año, entre los exámenes de
septiembre y el inicio del curso, me escapo con mi hijo y un par de bicis para
realizar hermosas rutas en las que, cosas de la afición, nunca falta la visita
a algún estadio. Hace unos años, disfrutamos del recorrido entre Irún y
Burdeos. A la vuelta, ya en tren, hice escala en San Sebastián. Desde entonces,
mi móvil se abre con una foto de Diego y mía posando en el césped del estadio
donde el Valladolid mostró ayer todas su carencias. Un estadio -ya digo, del que
circunstancialmente sale vivo- en el que el grupo no encontró la presencia de
su presidente. Yo no llevo la agenda de Ronaldo pero parece que no estaba de más
acudir al quirófano de una operación de la que iba a costar salir con bien.
Javi Sánchez, el hombre, al margen del sufrimiento, puede
ser una buena imagen de una temporada para el olvido que nunca se olvidará.
Pasó de cedido a fichaje, de provisional a permanente. Su precio mostraba la
sensación de una voluntad de aspirar a más. A pesar de todo, nunca encontró su
sitio, pasó el año yendo y viniendo del campo a la enfermería, del banquillo a
la grada. Estaba sin saber si era. Sergio no supo sacarle partido ni siquiera,
visto desde fuera, aclararle si era so o arre. La verdad, pensando en el Sergio
de este año, cuesta pensar que haya tenido algo claro de alguien.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-05-2021
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