Fin de un verano que ha devuelto la presencia -la imagen de presencia- de pueblos que murieron ahogados. Torres que emergen sin necesidad de levantar la mano, simplemente porque el agua de los embalses se apuró, corrió por la turbina con prisa por generar cuando el precio de la electricidad había subido por encima del campanario. La observación del perfil que asoma de aquellas poblaciones solo sirve para especular sobre lo que pudo haber sido. A los dueños del cotarro también les sirve para especular, pero a su manera.
La sociología y su madre, la economía, marcan los designios
de los territorios. No, por más golpes de pecho que se den los políticos al
frente, el magro resultado de la Agenda de Población de la JCyL no es un
fracaso. El fracaso no es de la tirita que no frena la hemorragia de un corte
en la femoral. Hemos visto empequeñecerse ciudades que fueron pujantes. A
veces, hagas lo que hagas, el mundo se mueve y te ofrece el papel que te toca.
El fracaso es convencerse de lo contrario, de que puedes revertir algo en lo
que, por más autoridad que te atribuyas, no eres determinante. Lo que no quiere
decir paralizarse, dejarse arrastrar, fabular, sino que urge a intervenir sobre
la realidad, a comprender sus dinámicas, a ser conscientes de que el poder,
poder, está fuera.
Como buena (y obediente) periferia, criamos, formamos y vemos
partir. Salen personas: les llega mano de obra. Habitamos el espacio en el que
se produce la energía que mueve las megaurbes. Y no sabemos si nos dará con la
pensión para pagar la poca que necesitamos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-09-2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario