Qué mal rollo, la verdad. Qué mal rollo el que el Pucela transmitió a lo largo de todo el partido, qué mal cuerpo el que te queda después. Súbitamente, todo el embrujo con el que pareció arrancar la temporada, todo el ímpetu con el que se enfrentaron los tres primeros partidos, se ha desvanecido. Los dos últimos han sido tan calamitosos, tal es la sensación de impotencia, que el instinto detuvo la ira, que no queda espacio ni para el enojo. El hecho de venir de un descenso esconde una trampa con dos cuchillas que, al atrapar, distorsionan la realidad temporal. A quien atrapa la primera le deja inerme, con la respuesta detenida porque aún anda purgando penas de la temporada anterior. Piensa que hay tiempo para arrancar. A quien la segunda, se le acelera el metabolismo, le impacienta haciéndole creer que la categoría de la que se procede es el hábitat natural al que hay que regresar por la ley de las cachabas. Cree que se ha tirado todo por la borda. Ni estamos en la temporada pasada, ni en el mayo próximo.
El primer paso consiste en afianzar una idea. Algo que, tras el partido de Lugo, parecía haberse logrado pero que se ha deshilachado. Como si en Burgos, además de la derrota, se hubiera roto algo. Algo que, al permanecer rasgado, permitió que ayer se vieran todas las vergüenzas. No son los resultados los que amilanan. Se puede perder, incluso dos veces de forma consecutiva, pero mostrando algo. Este Pucela se ha convertido en la nada: inofensivo en ataque, estéril en el medio, quebradizo atrás. Inoperante por los cuatro costados. El equipo es mucho menos que la suma de sus jugadores. Estos no tienen claro el reparto del territorio ni la asignación de roles. Todo son dudas. También en la cabeza: si, frente al Burgos, Pacheta, sin modificar el esquema, cambió en el descanso todos los jugadores que pudo, ayer se sustituyó a sí mismo, modificó la propuesta de los tres centrales que parecía incuestionable.
Nos hemos quedado en un «veremos». La zozobra nos lleva a cuestionar el verdadero nivel de la plantilla, a estar a una derrota de discutir al entrenador. Mientras, solo nos queda apelar a presuntos poderes mágicos, a suplicar, como Luis Moya, a Carlos Sainz, «trata de arrancarlo, Pacheta, por Dios, trata de arrancarlo» .
Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-09-2021
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