Tuvo, y cincuenta y cinco años después continúa teniendo, tal repercusión la canción de Los Stop que cualquier vecino al que preguntemos que se necesita para alcanzar la felicidad tarareará aquello de 'tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor'. No es mal resumen, con un cuerpo que responda, medios económicos para proveernos de lo necesario y un pequeño número de personas que nos quiera y a las que queramos, poco podemos echar en falta. Lo malo es que siempre parece escasear alguna, que rara vez confluyen las tres en demasía. Y aún así, nada garantiza la felicidad. Teniendo de todo, nos aparece una especie de miedo, de desasosiego, un remusguillo, un barrunto que nos encamina a esa calma tensa previa a que se desate la segura tormenta.
Al Pucela le faltaba el dinero del gol. Con la salud y el amor tenía suficiente para que el partido, salvo algún escarceo, fuera unidireccional, pero sin anotar no se cierra el cuento comiendo perdices. Pudo ser en un buen puñado de ocasiones. Faltó la pólvora que parecía sobrar el fin de semana pasado. Una y otra y otra hasta que, a punto de desesperar, el gol llegó. Vuelto el balón a rodar, todo, por la suma de sensaciones del tiempo jugado, todo parecía hecho. Era cuestión de esperar el final, y colorín colorado. Poco se tardó en darse cuenta de que esto es fútbol, de que en un instante todo puede cambiar, y vaya si cambió. El juego fluido y liviano que había establecido el dominio pucelano, se esfumo. En su lugar saltó al campo un fútbol recio, entrecortado, disperso, irregular. Unas maneras en las que se recorta la diferencia de calidad. El que supo imponer el Ibiza ante la incapacidad local, una vez se hubo adelantado, de gestionar lo que exigía el momento: si se puede, matar el partido; si no, dormirlo. Así las cosas, con los potenciales igualados, tanto podía llegar la sentencia que en el haber del Pucela aunara estas tres cosas y para rematar 'le de gracias a Dios', como que los blanquivioletas terminaran tirando la platita. Ysuele ocurrir más lo segundo que lo primero. En estas, la ilusión de un aspirante, aún vivo cuando poco antes no daba un duro por él mismo, le concede la licencia de sacar las uñas y amenazar. El miedo del que tiene todo al ' seguro que algo va a fallar' hace el resto. Y con dos cosas somos menos felices.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-10-2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario