miércoles, 17 de noviembre de 2021

FUEGOS FATUOS

Aun sin la belleza sublime con la que en ‘Cinema Paradiso’ el viejo Alfredo despide, por no decir destierra, al adolescente Toto, “no regreses, […] no te dejes engañar por la nostalgia”, todos los que en sucesivas oleadas fuimos dejando el pueblo llevábamos en la maleta un mensaje similar. Entendimos rápido que solo se podía progresar, sea lo que ‘progresar’ sea, a la luz de los focos de las ciudades. En realidad, los que nos lanzaron, con su amor, con su corazón roto, no tomaron esa opción por un deseo expreso de que abandonáramos un modo de vida, sino con la asunción de que ese modo de vida, el de ellos, el de todos los que estaban antes que ellos, les había abandonado abruptamente.

En el juego de vivir las cosas siempre funcionan así, se encuentra el atractivo en los lugares donde se vislumbra un futuro posible y hacia allá vamos, siguiendo unas rutas en el aire marcadas con luz que nos dirigen a la pretendida (a)ventura. El caso es que la dinámica no ceja, que lo que antes era atractivo por grande, se convirtió en pequeño ante otros núcleos más grandes, que se mantiene la tendencia que convierte a unos pocos puntos en hormigueros mientras del resto del territorio se adueña la nada. Tampoco vayamos a pensar que este proceso es típicamente español, no, la concentración es un fenómeno mundial, aquí sin más tenemos la parte que nos toca.

Ante este abandono poblacional, surgen voces reclamando vida. Todo lo que pueden lograr es un poco de dinero para mantener la música aunque nadie quede para bailarla. Lo más, convertir a la España vaciada en una España viciada de tanta espera. Si la concentración humana responde a un proceso económico, solo un proceso económico, y de la misma magnitud, puede revertir el sentido del movimiento. Lo demás, fuegos fatuos.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-11-2021

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