Y así, ‘quieres ir tras de mí, pobrecito de ti, no me puedes atrapar’, poco reproche cabe hacer al Pucela que, osado, nunca cejó en el empeño de perseguir el gol; que, afanoso, no se sintió pequeño ni acobardado; que, perseverante, insistía pese a las reiteradas negativas.
Y así, ‘cuando crees que me ves, cruzo la pared’, una vez y
otra y otra… las ocasiones, sin saber cómo, se iban convirtiendo en humo, el
gol escapaba al otro lado del muro. El resultado, en estas, no dejaba de
balancearse, porque si bien es cierto que el Leganés propuso poquito, también
lo es que el gol es la sustancia más extrañamente volátil: de la misma manera
que tú lo buscas y no aparece, les puede aparecer a ellos sin apenas buscarlo.
Escribí al comienzo, voluntariamente en plural, ‘en tardes
así’ porque ya van unas cuantas en que, por falta de definición, no corresponde
el resultado al mérito. Supongo que más de un aficionado, yendo por las bravas,
como casi siempre, proponiendo soluciones fáciles a problemas complejos,
comentaría a su vecino eso de ‘si de mí dependiera les tendría entrenado todo
el día hasta que fueran capaces de atinar con la portería’. Entrenar el remate
final se tiene que entrenar, claro, pero no es lo mismo la práctica, en la que
de cien ocasiones se atina en noventa y nueve, que la obra, donde no hay
repetición posible.
Hay jugadores concluyentes, sea Weissman el caso, que puede
que aporten poco al juego pero saben redondear los círculos y otros que, pese a
su despliegue, creatividad o virtudes varias, llegado el último momento,
dibujan una espiral que nunca termina de cerrarse.
Por suerte, cuando menos lo esperábamos, el puñetero gol hizo
chas, siquiera una vez, y apareció de nuestro lado. A la vez, a setecientos km,
el aparentemente inexpugnable Almería transmitía debilidad. El año empieza con
luz al final de túnel. Que no sea la de un tren que venga hacia nosotros.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 03-01-2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario