Al fin, las palabras ‘derecho’ o ‘recto’ transmiten
sensaciones positivas y las hemos convertido en sinónimas de ‘íntegro’, ‘justo’
y similares. ‘Torcido’, sin embargo, nos suena mucho peor. En realidad tiene
que ver con la búsqueda de la sencillez, con nuestra incapacidad para encontrar
lógicas con muchos recovecos. Incluso nos hemos apropiado de una frase de
Teresa de Jesús, "Dios escribe derecho con renglones torcidos”, para
insistir en la rectitud del camino que lleva a buen término por más que
desconozcamos el sentido, que tengamos la sensación de haber dado vueltas de
más.
El Burgos tenía maniatado a un Pucela que no podía hacer
alarde de ese aguijón con que otros días picaba afanosamente, el tiempo se
agotaba irremisiblemente, el aficionado asumía que la victoria se escapaba y
empezaba a temer un error con el que se perdiera hasta el empate… Y apareció Cristo,
el futbolista. El chico apenas había atinado con las rayas del renglón desde
que llegó. Ni en el campo, ni fuera. Raro es el aficionado que no recibió con
un mohín su entrada al juego. Entonces, vemos que azarosamente le cae el balón,
cero esperanzas en su caligrafía. Más aún, el recién llegado Morcillo había caído
de bruces al suelo y estábamos más pendientes de reclamar penalti que
esperanzados por lo que pudiera ocurrir. Y ocurrió. El balón golpeado por Cristo dibujó
una trayectoria torcida que le condujo derecho a la escuadra, al sitio soñado por cualquier lanzador. Un gol curvísimo, una letra de hermosa caligrafía que se
salió de cualquier renglón prefabricado. Quizá, el punto de inflexión de la
ejecutoria pucelana del chaval.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-01-2021
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