domingo, 9 de enero de 2022

TRAYECTORIA TORCIDA DERECHA A LA ESCUADRA

Pues ya ven, en medio de un partido en el que estaba ocurriendo lo que entendíamos como previsible, en que nada se salía del guion, una letra diferente rompió la armonía de la línea recta y dinamitó el resultado. Hasta ese momento, los jugadores obedecían disciplinadamente las órdenes de sus entrenadores. Lograban lo que yo nunca conseguí, no salirse del margen. La tiranía de aquellas dos rayas que marcaban el renglón en mis cuadernos infantiles nunca afectó a mis letras. Estas, salvo alguna que por casualidad siguiera la pauta, se excedían o se quedaban cortas tanto por arriba como por abajo. A buenas, escuché mil veces aquello de “¡qué mal escribes!, tienes que esforzarte más”; a malas, “bórralo y hazlo otra vez”. Claro, los futbolistas repiten y repiten en los entrenamientos para que la caligrafía sea la adecuada mientras buscan el borrón rival, la letra fuera de sitio. 

Al fin, las palabras ‘derecho’ o ‘recto’ transmiten sensaciones positivas y las hemos convertido en sinónimas de ‘íntegro’, ‘justo’ y similares. ‘Torcido’, sin embargo, nos suena mucho peor. En realidad tiene que ver con la búsqueda de la sencillez, con nuestra incapacidad para encontrar lógicas con muchos recovecos. Incluso nos hemos apropiado de una frase de Teresa de Jesús, "Dios escribe derecho con renglones torcidos”, para insistir en la rectitud del camino que lleva a buen término por más que desconozcamos el sentido, que tengamos la sensación de haber dado vueltas de más.

El Burgos tenía maniatado a un Pucela que no podía hacer alarde de ese aguijón con que otros días picaba afanosamente, el tiempo se agotaba irremisiblemente, el aficionado asumía que la victoria se escapaba y empezaba a temer un error con el que se perdiera hasta el empate… Y apareció Cristo, el futbolista. El chico apenas había atinado con las rayas del renglón desde que llegó. Ni en el campo, ni fuera. Raro es el aficionado que no recibió con un mohín su entrada al juego. Entonces, vemos que azarosamente le cae el balón, cero esperanzas en su caligrafía. Más aún, el recién llegado Morcillo había caído de bruces al suelo y estábamos más pendientes de reclamar penalti que esperanzados por lo que pudiera ocurrir.  Y ocurrió. El balón golpeado por Cristo dibujó una trayectoria torcida que le condujo derecho a la escuadra, al sitio soñado por cualquier lanzador. Un gol curvísimo, una letra de hermosa caligrafía que se salió de cualquier renglón prefabricado. Quizá, el punto de inflexión de la ejecutoria pucelana del chaval. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-01-2021

No hay comentarios:

Publicar un comentario