martes, 2 de agosto de 2022

NUDO AL CUELLO




Nunca me la puse, pero no por haberlo interpretado entonces como un acto de juvenil rebeldía, no por un actual empecinarme, sino porque jamás sentí la necesidad de anudarme una corbata. El ‘nunca’, eso sí, arrastra una excepción de cuando burbujeaban las carnestolendas pucelanas en la carpa instalada en San Agustín. Puede que entendiese la corbata, cuando no era laboralmente obligatoria, como una marca aspiracional masculina, pero tampoco era algo que me devanase la sesera. Es más causa de no ponérmela el que mi cuello paquidérmico no me permite ni abrochar la camisa. Eso sí, puesta o no, continúo sin saber qué aporta. 

Por tanto, el anuncio del presidente del Gobierno al respecto de quitarse la corbata no me incumbió en lo concreto pero me preocupó en lo general. No encuentro sentido a un modo de hacer política basada en anuncios aparentemente atolondrados que suenan más a ocurrencia que a plan. Cuando no a táctica de distracción.

Es obvio que la situación coyuntural -la bélica- y la estructural -la necesidad de reducir el consumo de determinados combustibles por escasez o por las consecuencias climáticas- requiere tomar medidas ambiciosas. Medidas que han de abordarse en su conjunto, exponerse con convicción y legislarse al final de este proceso.

La corbata da calor. Su uso generalizado, so pena de asarse, conlleva que los aires acondicionados tengan que bajar la temperatura hasta el punto de que algunas mujeres que trabajan en el mismo espacio tengan que usar una chaquetilla cuando en la calle se roza los cuarenta grados. Es preferible adaptar las formas a la vida que la vida a las formas. Vaya, que la medida tiene sentido. En conjunto; dentro de un programa. A su tiempo; antes del verano, no cuando ya han pasado media docena de olas. Si no, suena a ocurrencia. En el mejor de los casos.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 02-08-2022

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