La virulenta ola de disturbios que sacude algunas localidades francesas responde a un postulado químico similar. No cabe medir sin más tal arrebato por la causa que le dio origen, la muerte del joven Nahel M. tras recibir el disparo de un policía, corresponde valorarlos en función de una brutal energía interna contenida que en cuanto prende una chispa se desborda. No, no es por un chaval abatido, sino por la sensación de que el color de la piel, el origen, la barriada, influye. Es elocuente que se les siga definiendo como emigrantes cuando los cuatro abuelos de muchos de ellos ya nacieron en Europa.
Toca asumir que cualquier propuesta de solución inmediata
arrastra una trampa. No existe tal remedio. Ese diferencial energético solo se
podrá, y digo podrá, reducir aunando voluntad, digiriendo contrariedades,
reflexionando sobre la manera en que se llegó a este punto, preguntándose con
honestidad cómo salir… y con mucho tiempo.
Toca cabalgar contradicciones. Ni es fácil que suceda lo
deseable, ni se evitan los problemas por desear que no lleguen. La convivencia,
cualquiera, siempre fue compleja, siempre hubo que cimentarla. Y para hacer
sentir parte de algo, ese algo tiene que cobijar, que transmitir que te
protege. Si generamos miseria, obtendremos ‘Los miserables’.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 04-07-2023
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