–Mira el Robledo, no se percata de nada. Luego escribirá no sé qué de 'Amanece que no es poco': que si todos somos contingentes, que si un hombre en la cama es un hombre en la cama,...; y parecerá hasta que ha estado pendiente.
El otro, Yepes si Miki, Miki si Yepes, con una malévola sonrisa aprobatoria, retroalimenta el proceso y ahí andamos, en un bucle infinito.
Tampoco se puede apuntar que la estrategia tenga éxito: me dan pie para otro desvarío, me abren paso por otra tangente por la que se desperdiga mi atención. Vaya, que en vez de centrarme, me siento en la necesidad de defenderme de tal afrenta reduccionista.
–Pero si en las dieciséis temporadas en las que vengo disfrutando de esta ventana he recurrido a esa joya del cine, como mucho, en un par de ocasiones. Tres a lo sumo. No se trata de una casualidad, existe motivo: ante la profusión de escenas antológicas, contaría con imágenes suficientes para ilustrar una temporada completa. Por ello, para no repetirme, para no saturar, para tenerlo a mano en el caso de que, en una tarde aciaga, mi conocimiento se embote, esquivo el 'Amanece'.
El 'Amanece', que no toda la filmografía de José Luis Cuerda. Por ello no me auto-vetaré la idea que el miedo perfilaba en mi cabeza en ese largo espacio transcurrido entre gol de Amath y gol de Amath. Un tiempo en el que, asaltado por la eterna duda entre nadar o guardar la ropa, el Pucela parecía tan desangelado como una invernal tarde de domingo. Entre bambalinas chirriaba un sonido de 'ya verás', de catástrofe, de apocalipsis. Me preocupé entonces del Pucela como el Dios de 'Así en el cielo como en la tierra'. Este, asumiendo el pésimo devenir del mundo, contrariado por la negativa cobrada por el arcángel Gabriel –«Dios te salve Lola Fajardo, llena eres de gracia, el Señor es contigo»– de la mujer elegida para una segunda anunciación, comprendiendo los celos de Jesús ante la eventualidad de, a su edad, perder la condición de hijo único, decide poner en marcha el último libro bíblico: el Apocalipsis. Por suerte no sonaron las siete trompetas. Hubiera sido una pena porque al fin Pezzolano presentó un once que colmaba expectativas, porque la primera mitad alimentó la sensación de que esa tecla sonaba bonito…, pero un nuevo andorrazo' ululaba en el ambiente.
Bien visto, el empate, incluso la derrota, tampoco provocaría un apocalipsis blanquivioleta. El propio rival, el Zaragoza, recuerda que todo es susceptible de empeorar. Y te viene a la memoria en Málaga, el Dépor, el Hércules... Aquí, poco o mucho, aún amanece.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-03-2024
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