domingo, 3 de marzo de 2024

PECADO LEVEMENTE GRAVE

Entre «los pecados mortales suponen una infracción grave y condenan sin remisión al fuego perpetuo» y «los veniales no separan completamente al hombre de Dios aunque debilitan el alma y abren la puerta a la comisión de uno mortal; además, ralentizan el trasiego a la gloria acrecentando la espera en el purgatorio», la voz de uno de nosotros interrumpió las disertaciones teológicas e instrucciones doctrinales del cura.

–¿Decir palabrotas se considera mortal o venial?

El hombre se rascó el mentón procurando encontrar el tono que nos amedrentase sin menoscabar el contenido teórico explicado.

–A ver, a ver, todas las palabrotas son muy feas, pero algunas que denominamos blasfemias lo son mucho más porque ofenden directamente a Dios y conducen al infierno. Las otras, los tacos, no pasan de veniales. Pero ojo, esas palabras alargan la estancia en el purgatorio.

Nosotros, más allá del conocimiento racional, discerníamos entre expresiones en función de la contundencia de la bofetada y –en aquella época en que cualquier adulto se sentía legitimado para abofetear a un crío– del número de manos que te calentaban la cara. Ingenuamente, el autor de la pregunta insistió.

– Entonces, 'cabrón' es pecado venial o mortal.

El cura se limitó a afirmar con un gesto. Sin querer, nos abrió la veda: nos reveló la fórmula para pronunciar en alto algo tan grato como lo prohibido. Así, le asaltamos con preguntas (retóricas) similares sustituyendo la palabrota inicial por un listado desordenado de tacos y blasfemias a las que él respondía colocando cada expresión en uno u otro fardo. Hasta que se hartó y amenazó en genérico al próximo que recurriese a tal artimaña.

Recurso retórico con el que pregunto yo hoy si lo de Pezzolano en Andorra se considera mortal o venial. Desde luego, por solo este partido, venial: no se cierra la puerta del cielo; pero el pecado –plantear el encuentro en función de un rival clasificatoriamente muy inferior– debilita al equipo, lamina cualquier expectativa, te arrastra al mortal, a la condena de al menos una temporada más. Precisamente ahora, cuando el Pucela comienza su último tercio de la temporada con un calendario cuesta abajo, Pezzolano insufla miedo, la bici se encasquilla ante el penúltimo y cae de bruces. Un golpe doloroso, doblemente doloroso por justo. La ventaja mantenida durante parte del encuentro –el gol en medio del baño de salida solo cabe catalogarlo como una anomalía estadística– no fue más que un espejismo condenatorio: la superioridad andorrana lo fue a lo largo del partido. Solo la impericia de los pirenaicos en ambas áreas –la que les sentencia en la clasificación– alimentó la contingencia de que el Pucela pudiera rascar tres puntos, uno siquiera.

Se puede pecar, tanto grave como levemente, de pensamiento –otorgar más importancia al rival que a tu equipo–, palabra –ampararse incesantemente en verbos exculpatorios– y obra –basta observar la ejecutoria del equipo–. Esperemos que los pecados de omisión, de Pezzolano o de la directiva, no se sumen al catálogo.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 04-03-2024

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