Antaño, para estimar la medida de cualquiera de las magnitudes físicas del elemento a calibrar, nuestros antepasados se servían de algún artilugio que tuvieran a mano para convertirlo en patrón. Una vara, un pie, una legua, un grano, los diferentes múltiplos de este... Al ardid, además de para computar longitudes, masas, superficies o capacidades, se recurría para medir el tiempo. Un huevo, en el reloj de mi abuela, no se cocía en nueve o diez minutos sino 'en un rosario'. El credo o la salve también le servían de patrón temporal. Esta manera de proceder se expandió desde su sentido literal hasta invadir terrenos del figurado, de forma que el lenguaje se enriqueció con símiles para denotar 'celeridad' –tarda menos que un cura loco en persignarse–, o un largo tiempo de espera –ocurre de higos a brevas–. De higos a brevas, no de brevas a higos, que el par de cosechas que producen las higueras, algunas, no reparten el año en partes iguales. Los higos se producen a finales del verano. Ocurre que los primeros fríos otoñales impiden la maduración de los frutos pendientes. Comienza el ciclo largo. Estos higos, en vez de malograrse, hibernan hasta que les despiertan allá por mayo los calores de una bien entrada primavera en que se ofrecen convertidos en brevas. Poco hay que esperar, sin embargo, para la siguiente temporada de higos.
El Real Valladolid había obtenido en Huesca su última victoria en terreno ajeno el 24 de noviembre, justo el día del cumpleaños de mi padre. Ha esperado cuatro meses y medio para alcanzar una epopeya (ironía, aclaro) del mismo calibre, justo en su fecha futbolística más próxima al 10 de abril, el día del cumpleaños de mi madre. Bien pensado, tenemos que celebrar la noticia: la espera ha durado de mi padre a mi madre, la pausa en sentido inverso hubiera durado tres meses más. También cabe, en un análisis cabalístico, recordar que la victoria pirenaica se produjo en la jornada 17 y la cartagenera, en la 34. La progresión aritmética nos indica que el siguiente triunfo foráneo se habría de producir en la jornada 51. Y tantas no hay.
Este triunfo aconteció la semana en que Pezzolano nos aclaró que el modelo de juego se sustenta en la hibridación. No aclaró si se refería a la química en la que los orbitales de un átomo interaccionan para formar nuevos orbitales o a la biológica en la que se cruzan dos individuos de distinta especie para crear un tercero diferente a ambos. También puede ser que 'híbrido' signifique 'según vaya dándose la cosa'. Su once inicial dejó anonada a toda la afición. Supongo que el entrenador tiene que justificar su sueldo y para ello ha de huir de lugares comunes y proponer lo inesperado. No puede ser que haga lo mismo que podría hacer cualquiera. Si el resultado final entrega razones, la tiene toda, aunque la segunda mitad haya sido deplorable. En Segunda, con frecuencia, y esta vez se dio el caso, la falta de calidad de los rivales se transforma en una de las virtudes de las defensas. El Pucela estuvo expuesto a sufrir un revolcón del que se salvó por los pelos. Ahora, a la espera de la próxima hibridación, el Valladolid se vuelve a situar en la rampa de lanzamiento. De él depende: lo que es bueno, porque es bueno, y malo, porque nos conocemos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-04-2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario