Son
pocos y sus cuentas no son corrientes. El mundo cae a sus pies y
cualquiera de sus actos, gestos o salidas de tono se convierte en
portada de los medios de comunicación y lugar común de las charletas de
tasca durante varios días. Viven como dioses y como tales viven. Su
única habilidad conocida es la destreza con los pies.
Uno
de ellos, cuando su equipo celebraba el triunfo en un torneo,
deslenguado por la euforia y quien sabe por qué más, micrófono en ristre
y mil cámaras mediante, oficia su “éxito” con un estentóreo cabrón a
modo de afrenta final al equipo vencido que casualmente fue el suyo.
Un
poco por su voluntad y otro por la que se le venía encima suplica
perdón, reconoce su yerro y desagravia su ofensa mostrando gratitud al
club otrora vejado. A partir de ahí todo son parabienes y aplausos por
su pronta rectificación en la que asume como verdad revelada que uno no
debe escupir el plato en el que comió. Deduzco que si la burla hubiera
ofendido a otro club que no le hubiera tenido jamás en su plantilla
nunca se hubiera retractado de sus palabras pero ¿qué es eso del plato
que te dio de comer?
En
el fútbol de élite, tal y como hoy se entiende, el futbolista es a la
vez mano de obra, materia prima y máquina de producción. Europa, la
Europa rica, consume más de lo que produce y escarba fuera de sus
fronteras en pos de críos que en un futuro cercano alimenten su
beneficio. América del Sur y África son los caladeros en los que se
atrapan las piedras que, debidamente pulidas, se convierten en
diamantes.
Samuel
Eto´o, nuestro protagonista, era un chiquillo africano cuyas cualidades
innatas para eso del fútbol le libraron de la patera. Un privilegiado
de una forma de entender el mundo. El éxito de uno trasciende mientras
la miseria de los demás es la realidad cotidiana de la que nos alejamos.
Él llega a España en avión.
La
empresa que le contrató no valoró otra cosa que el rendimiento
económico que Eto´o le iba a ofrecer en el futuro, nunca le regaló un
plato de comida. Se lo ofreció a cambio de muchísimo más.
El
fútbol es una empresa que vende ilusión pero la ilusión es una
espejismo que rinde cuentas en el futuro. La empresa es una realidad que
hace caja día a día. El perdón suplicado por Eto´o es digno de encomio
pero de sus palabras sobran las de un agradecimiento innecesario. El
plato que le dieron, el que le dan, no es tan distinto del pesebre en el
que mi padre echaba la panija a los cerdos, pensando en San Martín.
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