Uno ya está un poco mayor, y sobre todo casado, para
alardear de deseos húmedos en entrepiernas varias. Lo que no obsta para
reconocer que épocas hubo en que me hubiera matado por encontrar con quien
compartir pasiones y pulsiones, que las copas con los amigos eran la posición
de partida de un juego cuyo culmen se tejía en una alcoba desconocida. Pero
eran muchas más las veces que retornaba a casa silbando, impasible el ademán y
pensando que la próxima vez sí. Así, de fracaso en fracaso, hasta el efímero
éxito final y vuelta la burra al trigo, que nada hay más tenaz que un
veinteañero en la búsqueda de un acople sexual.
Gonzalo Muinelo en la ofrenda de
la vera cruz fustigaba a tirios y troyanos, testigos mudos de un proceso de
descristianización de la sociedad. Síntomas hay de la razón de su aserto, el
mensaje de aquel rebelde muerto a manos de los suyos no tiene apenas seguidores
y menos entre los que así se llaman. Murió pobre, clamó por la justicia, alzó a
los marginados sobre los fariseos, expulsó del templo a los mercaderes... en
fin “el que quiera venir tras de mí que deje todo cuanto posea y me siga”. Pero
hete aquí que no, que la descristianización pregonada es la de una sociedad
moderna que vive en promiscuidad. Pasmoso si no fuera tan manida la aversión al
sexo de los sectores que hoy copan el poder en una institución tan jerarquizada
como la iglesia católica. Mandamases iracundos que anteponen su restrictiva
moral tildando de actuar como animales a quienes desoyen sus mandados.
Sorprendente es su desconocimiento de la biología y el machismo que rezuman. Si
algo diferencia, en materia sexual, a la mujer de cualquier otra hembra
mamífera es la disposición a poder disfrutar del goce carnal más allá de la
razón reproductiva, cualidad biológica que nos separa del mundo irracional.
Nada hay más animal, menos humano, que soslayarla para relacionar sexo con
reproducción, anular las llamaradas de nuestro cuerpo y desoír los cantos del
placer. Contingencia que si se nos dio es para disfrutarla. Y si don Gonzalo no
quiere en su derecho está pero ya es hora de que mire a su alrededor, comprenda
que la tierra gira, asuma como bueno lo que no daña y ceje en su empeño de
satanizar a quienes no pasan por su ojo de la aguja. Así cada quién disfrutará
con quien quiera y los Muinelos de turno serán un poquito más felices, tendrán
un motivo menos de preocupación. Que además no es para tanto.
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