Cuentan las malas lenguas
apócrifas que una cena (probablemente en los postres de otra cumbre
iberoamericana) el expresidente argentino Carlos Ménem se levantó y espetó a
sus colegas: ¿Saben ustedes por qué Estados Unidos es el único país de toda
América en el que no se ha producido un golpe de estado? Ante el silencioso
estupor de la concurrencia, Ménen risotada en ristre, clamó: ¡Porque no tienen
embajada de Estados Unidos!
José María Aznar, años depués, con
el tic de los acomplejados, se ufanaba de haberse alistado (alistado de ponerse
en la lista, no de hacerse listo) en el club de los que mandaban, lo que es un
eufemismo. Se arrastró ante el que de verdad impone su poder a cambio del sueño
del secuaz: fumar unos puros en compañía del jefe y poder hacerse unas fotos
con los pies en su mesa. Como todos los que se vanaglorian de colaborar con los
matones, olvidó que la imposición por la fuerza, poder duro lo llaman, es
limitada en el tiempo y se parece mucho
a un boomerang. Boomerang que, en su
retorno al punto de origen, nos golpeó a todos y a él le dejo sin gobierno y
con un prurito de rencor, un reconcomio justiciero que le dura hasta hoy. En el
entretanto de su gobierno, como veía a un hombre poderoso al mirarse al espejo,
comprendió que los confines de España le quedaban muy cerca y él aspiraba a
más. Los enemigos de su amigo eran sus enemigos y puso parte de su empeño en
derrocar a un presidente de otro país. Vocazas o fanfarrón pero presidente
electo en varios procesos en los que se dieron todas las garantías (hubo
control de los procesos electorales por instituciones internacionales). Lo que
dicen las hemerotecas es que el gobierno español apoyó ese fallido golpe de
estado. Estados Unidos tenía la embajada temida por Ménem y Aznar hizo de la
española un adosado.
Tras años
criticando a los nacionalismos periféricos hemos descubierto que el
nacionalismo identitario español vive. Parte de la sociedad española se ha
envuelto en ese difuso mensaje de superioridad que regodea a todo nacionalista
y le conduce a apoyar lo propio sin racionalidad ninguna. El PP ha sembrado sin
descanso este nacionalismo porque son sabedores de que la siega les será propicia.
Políticamente para su partido y económicamente para los suyos por que el nacionalismo
es un artefacto cultural inventado, utopías compensatorias de las frustraciones
de las clases populares, propuestas por élites que obtenían de ello beneficios (pág
16, Mater Dolorosa, Álvarez Junco). El PSOE, ante el temor a perder
votos, en vez de contrarrestar un discurso falaz y dañino, ha optado por competir en la carrera de falso
patriotismo. Como todo nacionalismo, el español, se alimenta de mitos y uno de
ellos asume que los diversos pueblos de la América de habla hispana tienen una
deuda permanente de gratitud con nosotros y que hemos de tutelar lo que allí
ocurre para que su discurrir sea en nuestro propio beneficio. Son, así vistos,
estados menores de edad, repúblicas bananeras.
Y en estas otra Cumbre
Iberoamericana. Un presidente, el venezolano, torpe en la medida de los tiempos, cuestiona la labor de Aznar. A deshora y en exceso. Una mesa encargada de
dirigir la reunión. Y un jefe de estado no electo, a sus aristocráticas
maneras, entra en ebullición. Soberbio, pendenciero, maleducado, fuera de sí.
Ordena callar a otro jefe de estado (repito, éste sí, electo). Y los corifeos
unánimemente claman que que eso es defender a España que estaba siendo atacada.
Vuelta al nacionalismo, a tomar la parte por el todo. Criticar a J.M. Aznar no
es criticar a España, más si la crítica se ceba en un hecho real, criticar a
las empresas multinacionales de matriz española no es criticar a España, porque
el capital no tiene más patria que el propio beneficio de los dueños y en base
a tal beneficio actúan a su antojo y sin miramientos despojando a los más débiles
de lo poco que les queda.
Yo no me sentí defendido por el
ataque testicular del señor Borbón. Más nos valdría ser conscientes de que algo se mueve en América Central y del Sur.
Quizá tardemos en darnos cuenta de que aunque nos autoproclamemos madre patria
ellos han crecido lejos y tienen vida
propia y a sus jefes de estado los pueden votar o botar. Al de aquí no le podemos
votar.
Coda 1: Volvemos a J.M. Aznar.
Visitó Valladolid la semana pasada y su encuentro con el alcalde de la ciudad
dejó otra perla para la historia. El alcalde le vino a decir, con esa media
sonrisa que se le pone ante su valedor, que estuviera tranquilo, que en
Valladolid lo tenía todo controlado. Así
estamos y esa es su mentalidad. Vasallaje.
Coda 2: Volvemos al nacionalismo
del PP. Asamblea de la FEMP. Propone a su candidata para presidir el foro de
los municipios. Su nombre: Regina Otaola, la alcaldesa con menor número de
votos del mundo. Su mérito, ser alcaldesa de un municipio vasco donde el 90% de
los habitantes no pueden votar porque su opción política defiende la
independencia. Pero en esta maraña no se diferencia la opinión del delito. En
esa situación hay que reconocer el valor de la señora Otaola pero su
representación es un fraude.
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