Música
sobre música, la voz de Paco Ibáñez adueñándose de los versos de Gabriel
Celaya, «Cuando ya nada se espera personalmente exaltante». Nada, absolutamente
nada, esperaba de Manucho. Su presencia y mi impotencia caminaban a la par.
Nada se puede esperar de quien, a lo largo de los años, no ha mostrado el más
mínimo interés por ejercer de lo que indican los documentos cuando se le
pregunta por su profesión: futbolista. Hasta hoy.
«Cuando
se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las
verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades». Aquí no le querían,
fuera nadie le buscaba. Se había convertido en un lastre, un oneroso contrato
que había que asumir, un tiempo de espera para que tomase las maletas rumbo a
ninguna parte, un aspirante sin aspiraciones. Olía a cadáver de futbolista.
Hasta hoy.
«Poesía
para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que
exigimos trece veces por minuto». El que no suma, resta y restar cuando el
sustraendo es escaso deja el resultado en casi cero. Ningún equipo puede
permitir dar ventaja al rival, pero menos los pobres, los que necesitan cada
bocanada para sobrevivir, los que con cada error construyen una tumba y la
desidia es el peor de sus defectos. Manucho reía mientras la grada lloraba,
brincaba, corría, pero no aportaba. Y el Pucela se desangraba. Hasta hoy.
«Maldigo
la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las
manos, se desentienden y evaden». Carreras sin sentido, intentos fallidos por
pretender hacer lo que no sabe, piruetas sin sentido, arabescos inofensivos,
saltos a destiempo, dispersión. Hasta hoy.
Hoy
hemos visto un futbolista, un joven implicado con el colectivo en el que está
inserto, cuyo esfuerzo tenía como único sentido el apoyo a los suyos, cuyas
decisiones fueron siempre las correctas, cuya actitud es la requerida, cuya
capacidad se aprovecha. Ni ha intentado lo que no sabe, ni ha corrido cuando no
debe. Su partido de hoy ha sido sublime, no se le puede pedir tanto todos los
días en cuanto a la eficacia pero sí puede mantener esta actitud.
A
veces parece que le ha pasado lo que a tantos niños al poco de llegar al
colegio; se les asigna un papel, el de listo, empollón, torpe, graciosete... y
esta marca inicial se convierte en profecía autocumplida. Debe saber, seguro
que sabe, que este es el camino, que a pesar de los jaleos a sus comicidades,
él es futbolista, no bufón. Puede parecer duro, pero así lo pienso porque
«Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse» y hoy Manucho ha
demostrado tomar partido: tiene la palabra.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 01-10-2012
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