A orillas de ese
Mediterráneo que cantara Serrat suena un vals. Pablo y Anna, los novios, giran
y giran arrobados mientras los invitados aplauden y vitorean la unión que se
escenifica. La pareja no se diferencia de tantas otras en idéntico trance, pero
el escenario y los figurantes explican que son otra cosa distinta de la
mayoría. Ambos, no hay más mérito que el azar, son hijos de dos familias de
potentados: los Lara y los Brufau, y solo por eso ya llaman la atención. La
lista de invitados se pudo realizar copiando de la revista Forbes el listado de
los 30 apellidos ‘ilustres’, las 30 familias que se reparten España. Para
completar, simplemente hubo que añadir el nombre de alguno de esos capataces
que tan bien defienden sus fincas. Dos de ellos, Rajoy y Mas, llevan tiempo
peleando a banderazos por discusiones sobre dónde fijar la frontera de la
responsabilidad de cada cual. Cuentan sus versiones a quien les quiera oír.
Pero en la boda se ríen de estas cuitas con las que entretienen al personal,
con las que evitan que el populacho mire al salón donde están los dueños de
verdad de todas las tierras, las de allá y las de acá.
Mientras, en un
punto remoto, José Luis, Roberto, Antonio, Manuel, Carlos y Orlando, eran
sepultados, no hay más demérito que el azar, por la misma tierra que picaban.
Ellos son el límite, la muerte buscando la vida, pero su vida era sobrevivir
sin más recursos que sus manos, y esa vida la defendieron para poder seguir
viviendo. Hace poco más de un año marchaban a Madrid para que no les quitasen
esas manos con las que han comido y han enriquecido a otros. Ellos son el
límite, la muerte buscando la vida, pero son nosotros, la vida huyendo de la
muerte, del desempleo, del trabajo precario, de la explotación.
Suena el vals,
Mariano y Artur se esquivan. Los invitados les hacen corro y les aprietan para
que bailen juntos. Se miran de reojo, se acercan. Todos se ríen, el salón
retumba con el ¡que se besen, que se besen!
No lo hacen, no se olvidan de que solo son capataces y en estos tiempos
es mejor enseñar el culo que mostrar las cartas.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 31-10-2013
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