Allá por aquellos años del ‘España va bien’ se construyeron una serie de
autopistas de aquellas de “haga falta o no pero que en casa no falte de nada”.
Se hicieron unos planos más o menos bien y unos estudios de previsiones menos o
más mal. Los planos sirvieron para la ejecución de unas obras que se culminaron
y ahí están, muertas de risa, pero estar, lo que es estar, están. Y así están,
con esa cara de emoticono simpaticón, porque los folios en los que se apuntaron
las previsiones, en vez de con tinta seria, fueron escritos con humo de
prestidigitador. Aquellos pobres papeles empachados de números y más números,
de coches y más coches que habrían de surcar el territorio alimentando un
negocio redondo, valían lo que puede valer el papel higiénico.
La realidad, al poco, vino a mostrar que en esto de los negocios, cuando
interesa, “toda la cuenta es sueño y los sueños, sueños son”. La cosa no salió,
claro, ¿quién lo iba a pensar?, los desalmados conductores prefirieron circular
por una autovía gratuita que aflojar pasta en la autopista paralela.
Pero en medio de tanto verso calderoniano hubo un espacio para tres
letras escritas en prosa bajo cuya aparente simpleza se envuelve el humo de las
cifras. Esa R, esa P y esa A, que todo
junto significa ‘responsabilidad patrimonial de las administraciones públicas’,
garantiza a las empresas concesionarias que, si hicieron mal las cuentas, no
habrían de pasar un mal trago, que a escote nada es caro y los 5.500
milloncejos ya vienen avalados de atrás. Y en esas estamos, en vísperas de lo
que llaman ‘rescate de las autopistas’ como si estas alguna vez hubieran estado
secuestradas.
No obstante, aunque tanto cero en una cifra nos atosigue por su tamaño y
nos escandalice por su comparación, no sirve de nada culpar a las empresas por
reclamar lo que les puede corresponder ni al gobierno actual por hacer efectivo
el cheque firmado mucho antes. Ahora dejamos, sin más, el diezmo en el altar de
aquella religión del crecimiento exponencial. Ahora, ya conscientes de que no
hemos crecido, toca pagar la fe y las maneras. Las empresas construyeron, que
es de lo que se trataba; el estado pagará, pero no se quedará con unas
autopistas, sino con un trasto inútil. Aznar, mientras tanto, sonríe.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 15-12-2016
No son solo los 5.500 millones estos, ojalá, llevamos pagados con las autopistas radiales un chorro de millones. ¿Te acuerdas cuando querían promocionar el aeropuerto, que tuviera muchisisimos vuelos comerciales? Hicieron una subvención a los vuelos que consistía en que los vuelos que salieran de Valladolid, si no iban completos, el estado pagaba las plazas vacantes. Así se conseguía que las compañías siempre ganaran y no quitasen los vuelos.
ResponderEliminarPues lo mismo hicieron durante años con las radiales de Madrid. Si habían previsto que pasasen 50.000 coches al día por determinada autopista y solo pasaban 1.000 coches, pues el gobierno regional pagaba a las concesionarias 49.000 peajes diarios.
Luego están las irregularidades de la construcción, se pagó por los terrenos un 800% más de su precio. Podríamos decir que se inflaron los costes de producción para que el estado (poseía el 13% de la concesión y por lo tanto el 13% de los gastos de construcción) pagase todos los costes.