Imagen tomada de eldiario.es |
Menos mal que tuvo la fortuna de nacer en Madrid, tierra sin
sospecha; porque si el profesor Alfredo Corell fuese oriundo, pongamos por
caso, de Vilanova i la Geltrú, el cobarde afiche aparecido repetidamente en la
Facultad de Medicina de Valladolid habría incorporado el adjetivo ‘CATALÁN’ al
binomio que forman ‘MARICON’ -así, sin tilde ni nada- y ‘SOCIALISTA’. En ningún
caso sería necesario añadir ‘ATEO’, estaríamos ante una redundancia, pues para
mentes como la del autor del cartel, lo de renegado de la fe verdadera va de
suyo, aparece implícito tanto en maricón como en socialista.
Cada adjetivo de aquellos, por sí solo, tiene su propio
valor, pero en el momento en que aparecen cogidos de la mano pierden su
concreta esencia para convertirse en el negativo de una definición. A un
socialista, si no lo es mucho, ya me entienden, que no sea ‘maricón’ se le
tolera. A un ‘maricón’, si no lo es mucho, ya me entienden, se le soporta. Pero
maricón y socialista, agarraditos en el mismo cartel, no pretenden especificar
nada sobre la sexualidad ni la ideología del interpelado sino apuntar que
debido a aquellas condiciones, por otra parte seguramente ya sabidas, no es
digno de formar parte de un determinado `nosotros’ normalmente de carácter
nacional. Precisamente por eso, porque ambos adjetivos abren y cierran una
elipsis intimidatoria -por rojo y maricón fue asesinado Federico García Lorca- el
cartel se convierte en amenaza, asusta. Y asusta más, claro, si los no
interpelados directamente callan.
Por suerte, en España se ha avanzado lo suficiente en este
terreno como para pensar que, al menos de momento, un cartel así solo puede ser
obra de un ‘venao’ o de un irredento, víctima del odio, la rabia o el despecho;
aunque ojo con ellos, que ser pocos no anula el riesgo.
La historia, sin embargo, no camina solo en una dirección y,
cuando menos se lo espera, gira y se mueve en sentido opuesto. El señor Corell,
no sé, ni me importa, si socialista; no sé, ni me importa si maricón; siente
que van a por él, se encuentra ante la triste situación de tener que mirar con
rostro de sospecha a quien tiene cerca. Tal vez el cartel, más allá del Alfredo
Corell concreto, es un aviso de que algo está cambiando, de que vuelve a
ocurrir lo que creíamos, al menos por aquí, definitivamente superado. Mosquea y
preocupa.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-11-2018
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