viernes, 20 de septiembre de 2019

UN CUARTO DE SIGLO, UNA ETERNIDAD


Algunas efemérides nos sirven para recordar grandes hitos históricos, momentos singulares que trazaron una frontera en el tiempo que separaba un antes de un después. Otras, más modestas, normalmente más cercanas, nos son útiles para comprender -cuanto menos para intentarlo- determinados cambios sociales que, por momentos a la chita callando, por momentos a voces, se han ido produciendo. Son fechas ancladas en la memoria que, al recordarlas, producen en nosotros un efecto similar al de detenerse ante una foto vieja en la que aparecemos rodeados de aquella pandilla de veranos atrás. Una mezcla entre la necesidad de ubicar a los protagonistas -¿Qué sería de Fulanito? Nunca volvimos a saber de él. Pobre Menganita, ¡cómo se cebó la vida con ella!- y la certeza de constatar unos cambios que, si bien no se notan de un día a otro, pueden ser crueles cuando la distancia se mide en decenios.

Viene a cuento este preámbulo porque en este septiembre se están cumpliendo los 25 años de las multitudinarias acampadas en decenas de ciudades españolas cuyos protagonistas reclamaban que nuestro país cumpliese con el mandato de Naciones Unidas en 1972 de destinar un 0,7 del PIB a la ayuda al desarrollo de aquellas regiones empobrecidas del planeta. La protesta, desde luego, dio sus frutos: España, sus instituciones, incrementó, aun sin llegar nunca a acercarse a la cifra citada, la cuantía de las partidas presupuestarias destinadas a la cooperación. Un dinero que, siendo una gota en el mar de la necesidad, sirvió para que miles de comunidades en los países receptores tuvieran acceso a servicios educativos, sanitarios y de desarrollo económico. No tardó mucho en inflarse el globo inmobiliario, insertarnos en la economía ficción. La sociedad española se desactivó, la parte más crítica se redujo, su voz apenas se percibía. El pinchazo de 2008 nos hizo aterrizar en una pista de duro cemento. Las calles empezaron a sonar, hasta tronar el 15M de 2011; pero el ruido era diferente. La crisis/estafa no solo nos desarmó económicamente, políticamente nos dejó hechos una piltrafa. La mirada del 15M ya no fue global, no tuvo visión ni análisis político más allá de una mirada a nuestro ombligo para situarnos como víctimas. Continuamos ebrios de sus efluvios. El 0´7, tal vez más ingenuo, se atrevió a levantar la vista. De eso hace, al parecer, un mundo. Tanto que si miramos una foto de entonces no recordamos quién era quien. Casi ni nos reconocemos en ella.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-09-2019

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