Foto "El Norte" |
Antonio, después de años en la obra, se vio a sus cuarenta y
pico en la calle. La crisis del 2008, que se había cebado con los de su gremio,
tampoco tuvo piedad con él. Aprovechó aquellos meses en la estacada para saldar
cuentas pendientes. Antonio, rockerete en los 80 del siglo pasado, pensó que para
ser feliz quería un camión. Así, se dispuso a ponerse al día con aquello que
tantas veces, calimocho en ristre, había cantado entonces. El parón en la
economía afectó a todos los sectores y no le resultó sencillo encontrar volante
al que ponerse. Hasta hace unos meses.
No podía ser más feliz. 11 metros de largo, 4,18 de alto, mano
derecha al volante, codo izquierdo apoyado en la ventanilla, Loquillo y Trogloditas de melodía y una
señal: túnel, 4,30 de gálibo. Despreocupación absoluta. El viaje continúa, “…porque
a nadie le gusta el nacer para perder, uh, uh”. Otro
túnel, este de 4,20.
-Bah, paso de sobra.
Trámite salvado. “Te creerás que soy alguien con un toque
especial, ah, ah”. Tercer subterráneo, 4,15.
-Malo habrá de ser que no pase.
Intentó pasar pero el remolque del camión se estampó contra la bóveda del
túnel. Mal asunto, para adelante no podía tirar; por atrás estaba bloqueado por
una hilera de coches. A grandes males, grandes remedios. Antonio recordó sus
viejos tiempos, agarró la maceta y el cortafríos, ató un nudo en cada una de
las esquinas del pañuelo, se lo caló, subió sobre el techo de la cabina y,
zasca, zasca, zasca, indiferente a los claxonazos que le increpaban, se aprestó
a rebajar el túnel. Al poco, uno de los conductores aburrido de la espera se
acercó a ver qué impedía el movimiento. Se llevó las manos a la cabeza.
-Pero hombre de Dios, ¡cómo puede ser tan tonto!, si ve que
el camión es demasiado alto, quite un poco de aire de las ruedas y ya, cuando
haya pasado, tendrá tiempo en la primera
gasolinera que encuentre de devolverlas la presión necesaria.
Nuestro Antonio, encaramado aún en la cabina, sonrió con
cierta altivez y un poso de condescendencia.
-Anda que… el tonto lo será usted. Quitar aire de las
ruedas, dice. Pero vamos a ver, listillo, que por abajo sí pasa, por donde no
pasa es por arriba.
Así andamos, ¡qué difícil es hacer un camión que pase por
todos los sitios!, parece que si los pasan por abajo, chocan por arriba; que si
por arriba no hay impedimentos, es por abajo por donde hallan freno. Celta y
Pucela, Pucela y Celta, son dos de esos. Aunque los números, sin embargo,
parezcan desmentirlo -ha marcado cuatro goles menos que el Pucela- el arsenal
del Celta está repleto de buenos
delanteros y de centrocampistas de calidad. Ya quisieran muchos, Real
Valladolid incluido, un Denis, un Beltrán, un Santi Mina o la mitad de un
Aspas. ¿Que qué falla? Su defensa. Es tan endeble que traslada dudas, menoscaba
valentías, frena al equipo temeroso de que cualquier error de medio campo hacia
adelante conduzca a la catástrofe. Es, como ven, un Aidoo intentando
infructuosamente frenar a un Guardiola que se va.
El Pucela, por el contrario, aun bien pertrechado atrás,
parece estar frenado porque adelante encuentra tope. Como los delanteros no dan
miedo, los rivales le van comiendo el terreno hasta hacerle colocar la línea
defensiva a la altura de Masip. Es, como ven, un Guardiola que, pese a haber
dejado atrás a Aidoo, se obceca, se obceca, chupa, no ve a sus compañeros, busca
su golito, no le sale, se le agría el gesto y vuelta a empezar. Un círculo
vicioso.
Con 2 camiones parados, maceta y cortafríos en mano, un
pañuelo anudado en la cabeza, zasca, zasca, zasca, 0-0.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 01-12-2019
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