domingo, 5 de enero de 2020

EL FRÍO QUE SE PUEDE SENTIR

Foto "El Norte de Castilla"
Escuché a los viejos, tanto a los de Rasueros como a los de Valladolid, decir que el frío ya no es lo que era. Los del pueblo rememoraban nevadas que cuajaban, recordaban que el agua del grifo no corría porque se había congelado en las cañerías subterráneas; los de Pucela se regodeaban contando cómo se jugaban el tipo atravesando el Pisuerga o el Canal de Castilla helados, bromeaban con que 'en su época' no había nieblas en plural, que solo había una que empezaba en octubre y no alzaba el vuelo hasta casi la primavera. Ahora que empiezo a ser viejo, voy asumiendo el papel que, si la biología tiene a bien, me ha de ir correspondiendo, y aprovecho los viajes al pueblo para contarle a mi hijo que de los tejados colgaban hacia la calle chupiteles de más de un metro o narrarle alguna historieta como cuando, convencido de que resistiría, salté sobre la placa de hielo de una zanja –el asfalto y la canalización aún no habían llegado– y termimé embarrado de pies a cuello precisamente el día en que mi madre, por mor de la matanza, más trabajo tenía.

El frío ya no es lo que era, pero sigue siendo. Y mal que bien, los que aquí pasamos los días nos hemos ido acostumbrando hasta el punto de que existen bravucones que en tardes como la de ayer apuntan que no ha hecho tan malo. Otra cosa son los sureños y más aún los canarios como el bueno de Sandro. Para ellos, bajar de los 15º es frío polar. Vean si no. Allá por los noventa, una amiga canaria de una moza con la que andaba en relaciones vino de visita a Valladolid a mediados de noviembre. A la vuelta de un paseo para el que se pertrechó con ropa de esquimal, hizo hincapié en el frío que había pasado.
–No se puede pasar ya más frío que esto, ¿no?
–Chiquilla, si hace 8º y en enero la temperatura puede caer has 10 bajo cero.
–Ya, ya. Si sé que la temperatura puede ser más baja, pero pregunto otra cosa, si se puede sentir más frío.
Sandro, no sé cuantas prendas una encima de otra, manta blanquivioleta sobre las prendas, braga al límite de los ojos, se cubre del doble frío: el térmico y el de verse fuera del once. Los titulares, claro, nunca sienten frío. Su salida al campo aportó calor a un equipo que languidecía. Un calor dentro de un esquema demasiado heterodoxo –tres centrales, tres centrodelanteros– como para pensar que es una buena solución más allá de una situación coyuntural a la que ayudó la cobardía del Leganés. Una cobardía castigada con un gol que les dejó muy fríos. Y encendió Zorrilla.
Publicado en El Norte de Castilla el 03-01-2020

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