viernes, 21 de febrero de 2020

RETRATOS DEL EMISOR

Foto "El Norte de Castilla"
Mal asunto cuando remitimos al Código Penal la solución de todos los conflictos provocados por algún, vamos a llamar, exceso verbal en los que la  parte escuchante se sienta ofendida. Mal asunto porque ni la extensión del Código Penal tendría límite, ni en las cárceles quedaría sitio. Eso sí, reconozco que es tentador el afán de que enchironen al que súbita e inopinadamente diga algo que golpee las creencias más firmes de uno. Pero hasta ahí. De la misma manera que más de una vez te quedas pensando eso de “si no me valiera más…”, y con ello se cierra el asunto sin necesidad de reventar la cabeza de nadie.
Visto así, no entiendo que haya que proteger jurídicamente ningún sentimiento de una posible ofensa. Otra cosa sería que alguien pusiera algún impedimento para llevar a cabo las prácticas derivadas de ese sentimiento. Vamos, perdón por la simplificación, que referido a Messi no puede ser delito ‘cagarse en ese enano de mierda’, y sí romper la tele para que no veas el partido, impedirte la entrada en el bar en el que ves el fútbol o amenazarte por si vas al estadio. No entiendo, pues, que el actor Guillermo Toledo sea juzgado por blasfemar. Mucho, poco, de forma más delicada o más soez, sus palabras no deberían constituir delito alguno.

Visto así, de la misma forma, tampoco comprendo que se pretenda ensanchar el Código Penal con nuevas tipificaciones sobre apologías. Por pernicioso que sea lo que alguien opina, prefiero una sociedad que permita que alguien emita una opinión nauseabunda o una alabanza excremental a que un gobierno defina lo que considera que no se puede decir. Y por los mismos motivos que no comprendo que se pretenda ensanchar con la apología del franquismo, deseo que se adelgace el código retirando de él cualquier otro tipo de delito por apología. Nunca es bueno obligar a callar, entre otras cosas porque lo que se reprime en público, se alimenta en privado.  Aclaro: amenazas, difamaciones y ofensas directas no entran en el deseo. Con matices, bien están articuladas como están.
Quizá, el primer paso consiste en sacarnos de la cabeza esa majadería de que todas las opiniones son respetables. Las hay que sí, pero otras muchas son perversas, estúpidas, insensatas… Es más, hay opiniones que no alcanzan ni la categoría de opinión, se quedan en el triste territorio de la inane ocurrencia o de la obtusa repetición.
Por más que moleste escuchar según qué cosas, no pasa nada. Sirven para retratar al que las emite a oídos del que las escucha. Conviene dejarlo ahí.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-02-2020

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