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Una cosa es utilizar de tanto en tanto una metáfora bélica,
un ‘lucha’ por aquí, un ‘batalla’ por allá, un ‘enemigo’ por acullá y otra
revestir con liturgia de guerra lo que no es (debería ser) más (ni menos) que
un ingente esfuerzo físico e intelectual para paliar las consecuencias de la
extensión de un virus, encontrar cuanto antes las fórmulas que lo desactiven y,
en paralelo, pretender que las secuelas económicas posteriores no se ceben con
los sectores más vulnerables de la sociedad. Imbuido de ese dialéctico ardor
guerrero, el ejecutivo ha depositado parte de la labor comunicativa en miembros
de cuerpos militares. Y las palabras de uno de ellos, el Jefe de estado Mayor
de la Guardia Civil, le han estallado en las manos. En medio de un debate que debería ser sobre el derecho a una información
veraz y que se ha convertido en una ciénaga, José Manuel Santiago, que así se
llama, ha dicho que están trabajando para “minimizar ese clima contrario a la
gestión de crisis por parte del Gobierno”. Terremoto 8 escala Richter. El
Ministro del Interior, al poco, pretendió matizar las palabras y corregir el
sentido de la afirmación. El empeño de Grande-Marlaska tuvo escaso éxito porque
de antemano unos estaban, o hacían como que estaban, convencidos de que el
ministro solo quería tapar sus vergüenzas y otros, desde antes, hacían como que
estaban, o estaban, convencidos de lo que Marlaska aún no había dicho.
Entre tanto, me sorprendía por la ingenuidad. Cabe también
que la inocencia no fuera tal y todo el escándalo no hubiera sido más que un
ejercicio de ficción. Si lo que Santiago quería haber dicho no tuviera nada que
ver con lo que dijo, no tiene sentido polémica alguna. Si, por el contrario, la
realidad fuera tal cual, ¿a quién le
puede sorprender que un cuerpo del ejército obedezca las órdenes que recibe del
Gobierno? Las más legales y las que bordean la legalidad desde el otro lado. Sorprendería,
eso sí, reconocimiento tan explícito.
Pero una cosa es el deber ser, lo que la teoría dice que
cada cosa es en una democracia, y otra lo que en realidad es. Los cuerpos y
fuerzas de seguridad del Estado obedecen al Gobierno -decir que no se debe
confundir Gobierno con Estado es, a estas alturas, proponer un debate
escolástico- porque la otra alternativa viene recogida en los códigos penales.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-04-2020
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