miércoles, 4 de noviembre de 2020

IR POR DERECHO

Foto "El Norte de Castilla"
Ante cualquier avería tiramos de listín telefónico y llamamos al profesional pertinente. En principio, el asunto parece fácil: si la cosa va de agua, se llama a un fontanero; si de ladrillo, a un albañil; si de chispa, a un electricista... Pero más allá del terreno de la ñapa doméstica, las necesidades suelen ser más complejas y los profesionales, más específicos. Para resolver los trámites de un divorcio, litigar con la empresa que nos despide o comerse el menor trullo posible tras haber atracado un banco necesitamos un abogado, pero no el mismo para las tres cosas. Eso de ‘tengo un primo abogado que esto me lo resuelve’, pues según y conforme. Y sorprendidos si el primo nos dice que de eso no sabe. Como lo estuvo aquel fulano que, sentado en la plaza de la Universidad, pendiente de sus hijos, vio cómo el menor recibía un balonazo en la entrepierna. Acudió presto y, ante las quejas de la criatura, miró y comprobó que el testículo izquierdo se le estaba amoratando. En el instante de la duda del qué hacer, su mirada se topó con el edificio de la Universidad. Allí, pensó, tienen que saber. Cargó con el muchacho, fue y, apenas sobrepasada la entrada, preguntó azarado a la primera persona que encontró.

-Aquí no le podemos ayudar, esto es la Facultad de Derecho.

Impotente, a nuestro hombre solo le quedó lamentarse.

-No puede ser que haya una Facultad para cada huevo.

Bien, el Pucela lleva un año recibiendo un balonazo tras otro en la entrepierna. Tanto golpe ha hecho mella en su cuerpo que aparece postrado, dolorido, yerto, como plano. Como Plano.  Por momentos, en la primera mitad de anteayer, también parecen planos el encefalograma y el electrocardiograma. Equipo muerto. ¿Irremediable? No, porque a diferencia de un ser vivo, un equipo, tarde más o tarde menos, tiene el poder de renacer. Ahora bien, ¿a quién acudir para que esto ocurra?, ¿quién tiene el remedio?

Sea Sergio especialista en el huevo que sea, su Pucela tiene hinchados los dos. Los males le llueven a pares. En estas crisis, el eslabón que primero rompe es el del técnico. Entre otras cosas porque es el que está más a mano, el cambio más sencillo. Justo, no es; pero esto no va de justicia. ¿Bueno?, pues no se sabe. Se han dado casos de todo y de cada cosa su contraria. El riesgo del cese está en que el remedio sea peor que la enfermedad. Más que nada porque en el fútbol el factor azar, el dar con la tecla, es más importante de lo que parece. En realidad, dentro de la escala media de entrenadores, bien formados, profesionales diligentes, no cabe una separación entre buenos y malos sino entre adecuados y no adecuados. Y ese ‘adecuado’ depende de tantos imponderables que un entrenador solo merece tal adjetivo a cojón visto.

Lo cierto es que Sergio parece demasiado pendiente del dedo del César. Conformó el once alineando a su guardia pretoriana. No jugó Moyano porque no estaba (y Luis Pérez, en el primer gol, no le quitó la razón). Ese volver a los orígenes, consciente o no, no deja en buen lugar la labor del director técnico: de lo que ha traído, por fas o nefas, solo utilizó lo esencial. El asunto salió mal. Agarrarse a la Segunda Parte sería engañarse a uno mismo, la eterna excusa del conservador para el que ‘nunca es el momento’ de un cambio porque siempre hay un algo a lo que agarrarse, cuando no es una baja, es un error puntual, o un intervalo de buen juego...


Publicado en "El Norte de Castilla" el 04-11-2020

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