Como el niño petulante que tras el enésimo regate frustrado se escuda en que le hacen muchas faltas, nuestro presidente cogió el balón, miró de arriba abajo y lanzó un ‘ahí os quedáis’ que segundos después remató, ‘que el balón es mío, pobretones’. Como el anciano cascarrabias cuando creyó que el reparto le venía malo, Mañueco dio un puñetazo sobre la mesa y desbarajustó la partida. Al poco, aparentando calma tras secarse el sudor de la frente, levantó la vista con aires de dominio, ‘se vuelve a repartir’.
Se vuelve a repartir pues y será el 13 de febrero. No piensen mal, que si el frío desmovilizador, las aturdidoras Navidades o el futuro judicial imperfecto que se le avecina, no; ‘don Alfonso ni décimo ni sabio’ eligió tal fecha para disponer de regalo original en la romántica cena del día después, noche de los enamorados. Mientras, aderezará los vermús prometiendo lo que, cuando pudo, ni intentó. Y hablando de Madrid. Como si el mismo traje valiese para cuerpos tan diferentes.