Apenas veinte minutos necesitó el Pucela para que aquello quedara en accidente. Un vendaval logró un par de goles y alguno más que pudo ser. Incluido uno de los de ‘sí o sí’ que fue ‘no’ por impericia de Toni. El chico nos deslumbra, a mí me tiene ganado desde antes de irse cedido, pero en las inmediaciones del marco ocurre que sobra ‘pensar’, lo mismo que unos metros por detrás del área aporta valor al murciano. Ahí no hay margen. Los delanteros, ante la portería, dinamitan por puro instinto. A Toni, en lo que decidía cuál era la mejor opción de las diez que se le ocurrían, se le acabó el tiempo.
Una vez en esta pose eufórica, ocurrió algo que no acierto a
descifrar. No sé si se dio un paso atrás voluntario, un estratégico animar a
que vengan para sacudirles a la contra, o que ahora eran ellos los que por
fuerza y coraje se imponían, pero el Amorebieta nos puso en la pista de por qué
ya nos habían pasado una vez por la piedra. Así arrancó la segunda mitad. Así,
con ‘elyamiqada’ incluida, llegó su gol. Así continuó la amenaza. Cuesta creer
que no hubiera para más, pero ocurrió durante mucho tiempo. Y hubiera sido más
de no haberse interpuesto un arrebato de calidad que concluyó en el gol de
Sergio León. El resto ya fue fútbol con sordina. Bien para deleite. Bien para
disponerse a los embates de marzo, de inicio dos salidas que nos dirán si la
primavera viene buena.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-02-2022
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